MEGALODÓN
- alexzv955
- 15 ago 2018
- 2 Min. de lectura
¿Cómo hacer una nueva película, en la que el asesino en serie sea un tiburón, cuando ya se han abordado cuasi todos los temas sobre este despiadado y precioso depredador del océano? Fácil: hacerlo más grande. Lógica cinematográfica: Cuanto más grande más terrorífico, cuanto más pequeño (individualmente), mas “cuqui”. Las únicas dos películas sobre estos escualos sedientos de carne, que me han impresionado y estremecido, son la de “Tiburón”, del gran Spielberg, y “A 47 metros”, un film desapercibido para los muggles del cine, con muchísimo potencial.

Estoy harto de ver y repetir una y otra vez, que la comedia, sea cual sea su subgénero, si la colocas en un film, en el que tu objetivo es conseguir hacer temblar al público de miedo, obtendrás totalmente lo contrario, quitándole ese pavor y esas pulsaciones aceleradas, que habías conseguido con una trepidante escena. Como un tiburón hambriento, los espectadores más morbosos que se ven atraídos por la sangre y las vísceras, se sentirán incompletos y nada complacidos con lo que verán. ¡Más carnaza! ¡Que no muerde!
El director Jon Turteltaub deja la búsqueda de aventura y se sumerge en este peligroso mar, en donde muchos han intentado pescar, sin ningún resultado. Sabe congelar nuestra mirada, para que un escalofrió y una muerte pronunciada e inmediata, nos venga de sopetón, y se camufle en la infinita oscuridad del océano. La falta de oxígeno y la opresión en el pecho son engaños de nuestra mente, que simpatiza mímicamente con la escena. Esto es clave para que la atracción y la exaltación, puedan anidar en nuestro ser.
Jason Statham, como no, salvando una situación desesperada, conseguido una tensión claustrofóbica que te tapa los oídos, al verse sometidos a una tensión insonora y entretenida, pero que ya nos conocemos todos sus trucos.
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