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Braveheart

  • alexzv955
  • 5 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

Un pueblo. Una guerra. Un héroe. La llamada de la justicia resuena por doquier, aullando a una luna que sangre por estar siendo asesinada por el innoble sol, que alumbra y quema a quien se interponga en su camino. Pero hay un hombre. Un hombre que no está conforme con los asesinatos y las violaciones de un rey y su ejército, que trata a los campesinos como los objetos que son sujetados por un recogedor de estiércol. Llego el día. El día en el que el pueblo se levanta de las cenizas y contraataca al infame reino inglés, que cree que son los únicos merecedores de ser personas, de ser humanos y de ser libres. Un grito de poder. Un grito de justicia. ¡Un grito de libertad!



Muy pocos actores pueden decir que saben, aparte de actuar maravillosamente, también dirigir maravillosamente. Este es Mel Gibson, un actor con un potencial en la mirada, que como un furioso Max de carretera, te arrebata el arma, con una letal pasión, que ni el mismísimo cristo podría haber rescatado, del límite, mandando señales, como cuando éramos soldados.


Creo imposible, y voy a pecar de creer en algo, pero dudo mucho que haya alguien en la faz de la tierra y en sus límites espaciales, que al menos no pueda distinguir, cuando sus ojos, su cerebro y su piel, se juntan en un armoniosos trio de emociones, formando la que se podría definir como la sensación que se describe como: Cine de calidad.


Lo bueno no se hace esperar, porque antes del minuto cinco, ya has podido ver, lo que esta increíble película, depara al incansable y guerrero protagonista escoces, en una lucha a muerte contra muerte, que solo puedes acabar con una de ella: en el campo de batalla, o con el tiempo dándote la mano, en una mullida cama, sonriendo a la muerte como una vieja amiga


¿Soy el único que ha visto el inconcebible parecido que tiene William Wallace, cuando suelta un alarido de victoria a su pueblo, rodeado de cadáveres ingleses mutilados por el acero envainado, con el cuadro francés La libertad guiando al pueblo? Es lo primero que se me ha venido a la mente, al verle ahí de pie, con la espada ensangrentada en su mano poderosa, dirigiéndose al pueblo con un mensaje claro: “¡no nos quitaran la libertad!


Es una película que lo tiene todo: Paisajes idílicos escoceses, que te sumergen en las verdes llanuras, que entre los montes esconden historias celtas de hadas y duendecillos. Una banda sonora, tocada con una gaita de oro, recién caída del olimpo, para deleitarnos los oídos, con suaves canciones serenas, que a la bestia más inmunda, le arrebatarían la última gota de venganza y sufrimiento. Acción absoluta. Sangre a borbotones. Drama añorado. Historia sabia e injusta. Amor roto e inmortal. Valentía heroica, que haría arrodillarse al mismísimo hércules, regalando su apoteósica espada, a un pueblo que ha sufrido barbaridades, hasta que un día un hombre normal y corriente en busca de venganza y justicia dijo basta.


Impresionante, autentica y llena de fuerza



 
 
 

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