Un lugar tranquilo
- alexzv955
- 30 abr 2018
- 2 Min. de lectura
¿Es malo intentar sobrecoger a gente difícil de sobrecoger? Para nada, ¿Por qué debería serlo? ¿Por qué es una misión casi imposible? Pues claro, pero eso es lo bueno, y lo malo (en ciertas ocasiones), que tiene el cine: Que jamás se cansa de intentarlo. Y ahí el meollo de esta cuestión: ¿Se puede sorprender, a un experto en este género y en el cine en general, cuando este ya ha sido sorprendido tantas veces, que su intuición le desbarata la fiesta? Y tanto que sí. Como ejemplo, este film ejemplar.

El silencio es el aliado perfecto para cubrir un mundo post-apocalíptico, con una preciosa actuación tanto de la impresionante Emily Blunt y su marido John Krasinski, que valen más que mil palabras. El silencio nos acoge en su bello lecho, y nos enseña, que una buena película, puede serlo, sin tanta charlatanería de por medio.
La omisión del sonido es uno de los mejores amigos del terror, y en esta ocasión nos vuelve a enseñar, que si se unen en sintonía, junto a una tensión tan desgarradora y palpitante, no hay nada que les detenga. Oiréis como vuestra silenciosa respiración y vuestros latidos se van acelerando, a medida que estas bestias infernales os intentan cazar a vosotros a nuestros sufridores protagonistas.
El drama siempre es el líder de los sentimientos, y no es para menos, porque saca a relucir lo mejor y lo peor del ser humano. John Krasinski lo sabe, y nos lo deja ver incluso cuando es hora de pasarlo escalofriantemente mal. Una velada llena de mutismo y reposo, que se ve truncada por la devastadora sensación de claustrofobia que amenaza con el acosa incesante de un presentimiento de inseguridad e impotencia.
Krasinski nos entrega una trama soberbia y bien estructurada, que comienza dejándonos ver todo lo que se ha perdido y todo lo que ha sobrevivido, para que cuando estemos mordiéndonos las uñas y dejando que nuestro pie inquieto balancee el asiento, nos arranque de cuajo la paz y la serenidad, haciendo que nos crujan los dientes, que intentan no romperse, al igual que la poca tranquilidad y esperanza que anidaba en nuestros corazones.
Perfecta, pavorosa, y una de esas pellicas, en el que el lugar perfecto para morirte de miedo, es una gran sala de cine, a oscuras.
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