Campeones
- alexzv955
- 8 abr 2018
- 3 Min. de lectura
He decir y admitir, que no soy muy fan de las películas españolas, y en absoluto es porque sean malas o demasiado rebuscadas, es simplemente el hecho, de que a mis turbias y descontroladas emociones, les llaman más la atención, la pelis yankees (las cuales con la mayoría no me sonaría ni los mocos), que las cintas europeas. No me preguntéis porque, preguntárselo a mi cabeza. Esto no quiere decir que no sea fan de “directorazos” como Alejandro Amenábar, Jaume Collet-Serra o Alex de la Iglesia, que muchas de sus películas se mantienen bien agarradas en mi memoria, recordándome que el buen cine, no yace en un territorio en concreto, yace en el corazón de los que quieren crear magia.

¿A qué viene todo este rollo? Pues es una breve introducción, para intentar explicaros, por qué he elegido esta película en concreto, y no otra. Para empezar, no me fio mucho de ir a ver comedias al cine, ya que no está entre mis géneros favoritos. Pero de vez en cuando siempre va bien dejar de lado un rato el drama y el terror, y reírse un poquito. Y segundo, está más que cristalino y quien lo niegue solo está mintiendo para no sentirse mal consigo mismo, que este film, llama la atención de primeras, por ser algo, que desgraciadamente no solemos ver en una película, por motivos que desconozco o intento ocultar.
Que el reparto lo formen en su mayoría un grupo con discapacidad mental, es algo extraordinaria y digno de ver con tus propios ojos, ya que presenciar cómo estas personas superan las adversidades que la vida les ha clavado en el corazón sin compasión alguna, es todo un espectáculo de felicidad, auto superación, y tantas risas y tantas alegrías, que tendréis que aguantaros la mandíbula con cinta americana, para que no se os descoloque y se caiga encima de una moqueta humedecida por las lágrimas incontrolables que vuestro cuerpo producirá por culpa de un avalancha de comedia dulce, inocente, pero potente.
El director Javier Fesser nos entrega una película que no muchos directores se atreverían a hacer, y ya no es por la complejidad del reparto, que lo han hecho sublime y dicharacheramente. Me refiero, a que vivimos en tiempos complicados, en los que todo el mundo se ofende incluso si estornudas y nombras a Jesús. Pero ha podido crear con maestría una comedia que no ofenda a nadie en absoluto.
Una comida que enamora. Te enamora por su fuerza de voluntad. Te enamora por su ímpetu y ganas de que te lo pases genial y disfrutes como nunca. Te enamora por su fantástica y soberbia forma de llevar a cabo una trama lineal y no muy sorpréndete, pero que te logra sacar una sonrisa compasiva y bondadosa, de estos protagonistas nada normales, que el hecho de no serlo, los hace inigualables, imprescindibles y encantadores, para lograr una historia que recordaras con cariño.
El actor, o mejor dicho, “el pedazo de actor” camaleónico que se adapta a cualquier guion y situación que le pongan ante sus narices, Javier Gutiérrez, consigue que nos sintamos satisfechos y complacidos por ser alguien que desgraciadamente todos hemos sido, pero que al final logra ver lo que nadie puede ver.
Entrañable, estupenda, y una de esas comedias que en absoluto puedes perderte asistir a tal festival de amor, devoción y dedicación.
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