Todo el dinero del mundo
- alexzv955
- 24 feb 2018
- 3 Min. de lectura
El cine tiene muchas cosas buenas, y otras muchas malas, pero esto, no siempre ha sido así, ya que el cine, es sus años mozos, jamás tenía nada negativo. La gente iba, se sorprendía, se estremecía, se aterrorizaba, y al finalizar la proyección, se levantaba aplaudiendo con todas sus fuerzas, como si lo que acabará de presenciar, hubiera cambiado su vida por completo.

Ahora visitas una sala de cine como algo normal, te sientas en sus ocasionales cómodos asientos, miras la peli, y cuando los títulos de crédito están ya bajando el telón, le preguntas al que tienes al lado si le ha gustado, os dais la aprobación, y os vais a seguir viviendo vuestra simple y cotidiana vida. ¿Porque, me pregunto yo, los cines no son como los de antes? Pues por una cosilla muy simple: Porque la gente (si, todos vosotros que solo vais a molestar y cuando tenéis tiempo para perderlo) lo ha querido.
Es una película tan tensa y despiadada, que si fuera un trozo de carne fresca, podría cortarse en pequeñas y jugosas rodajas de incertidumbre y maldad. Es tan brumosa y grisácea, que si se tratara de una espesa niebla sin color ni amor alguno, te perderías en medio de un bosque, intentando encontrar una salida que no existirá, mientras tú vivas. Tiene tanta clase y elegancia, que se toma cada segundo de cada minuto de las más de dos horas de proyección, para demostrarte tranquila pero imparable, que el miedo y el sufrimiento, son dos platos que se sirven fríos, pero no a la vez.
Menos mal que Ridley Scott, ha dejado en el banquillo durante una temporada la ciencia ficción (que en su última cinta decepciono más que otra cosa), para coger por el cuello una historia tan real que parece mentira. Ha conseguido sacar de una trama sosegada, pero interesante, algo que no te haga dormirte o reflexionar sobre qué vas a cenar esta noche, mientras las estas visualizando.
No estamos acostumbrados a que historias “culebroneras” como esta, nos encanten tanto, pero yo diría que la clave de su éxito, ha sido ser llevada como un drama que acongoja y presiona tu pecho, para que te cueste respirar, y así, en pequeñas dosis, la adrenalina que crea la intriga y el misterio, vayan haciendo mella, en tu pobre imaginación.
El drama es un juego de sentimientos y emociones, que crean en tu cabeza, una sensación de mimetismo, para arrancarte esa tirita, que está aguantando a duras penas, esas lagrimitas que contienes con todas tus fuerzas, para no dejar ver a los demás, que debajo de esa coraza de hierro, tienes un corazoncito, y unas debilidades. Y esa es la única pega que encuentro en este formidable e imponente film: Que la actuación de “algunos” actores, no la encuentro ni realista ni satisfactoria.
Diría que la mejor interpretación ha sido la del cruel y despiadado Christopher Plummer, pero aparte de que menospreciaría el trabajo de los demás actores, solo ha hecho lo que le tocaba hacer: Actuar.
Mark Wahlberg, como siempre, siendo el “héroe” de la película, pero en esta ocasión, sin marcharse las manos, ni intentar ponernos nerviosos o ansiosos.
La actriz Michelle Williams, no lo ha hecho nada mal, pero no nos ha dado una actuación de diez. Ni de nueve. Ni de ocho. Tiene suerte de aprobar la materia, ya que ella es una de causas, por las que la impotencia, la angustia, y el desasosiego, no se han podido presenciar, con el gran poderío e importancia, que deberían haber tenido.
Lúgubre, lacerante, y una de esas películas, que demuestra una vez más, que no hace falta ponerse apegar tiros y cargarse a “to quisqui”, para disfrutar, viendo una película, de acción silenciosa.
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