Tres anuncions en las afueras de Ebbing, Misuri.
- alexzv955
- 13 ene 2018
- 4 Min. de lectura
Hacer una buena película que convenza a todo el mundo, es una tarea imposible; esto, sí que es imposible. Lo que no es imposible, es hacer, simplemente, una buena película. Que de simple no tiene nada, pero es más sencillo de lo que parece. Muchos piensan que una buena película, es aquella que se embarca en una trepidante aventura espacial, marítima, terrestre, y, sobretodo, peligrosa, pero puede que es buena para ti, y mala para otros. Otros muchos piensas, que a lo que de verdad se le podría llamar “buena película” con mayúsculas, es aquella que profundiza en los sentimientos más recónditos del ser humano, dejándolos ver, en un drama psicológico y sobrecogedor, que te hace emanar, un mar de lágrimas.

Pero también hay aquellos, a los que les encanta solamente, películas en donde la muerte, la sangre, y la falta de tacto con los espectadores más sensibles a los desmembramientos, les llama tanto la atención, que se les hace la boca agua, con solo pensar, en todo el caos y los gritos de dolor que oirán. Y de hecho, nadie se equivoca, ya que, a ti, te puede gustar un género en concreto, y al otro, desagradar por completo. A ti, te puede gustar la casquería y desgarrar los romances empalagosos, y al otro, llamar la atención los besos y los arrumacos, y dejar de lado, tanto sufrimiento y dolor. Todos tenemos la razón, y nadie la tiene.
Pero, por ejemplo, un género que por lo que se ve, es el único merecedor de ganar premios como los Globos de oro o los Oscars, son los dramas sociales. Premios con los que estoy en desacuerdo cada vez más, y que solo sirven para clasificar películas en los puestos que se merecen, quitándole el placer a una película de animación, o terror, o comedia, de poder ganar alguna estatuilla dorada, a la mejor película del año.
Me gustan los dramas, pero no me gustan. Si, ya lo sé, es un poco extraño, pero a la vez no lo es. Vosotros pensar, que cuando una persona hace un trailer, debe juntar “casi” todas (no todas, que ese es un error que en muchas películas sucede, ya que simplemente los pobres no pueden hacer otra cosa), las escenas, que hagan al espectador, estremecerse, encariñarse, y sentir atracción por dicha película, para que cuando se estrene en los cines, vaya corriendo a verla. Pero hay trailers, como los de las pelis de drama, que lo que hacen, es dramatizar todo. Cogen el problema principal de la trama (una chica asesinada), después los actos de los que han vivido ese problema, (unos polis ineptos que no hacen su trabajo) y el desencadenante de los actos de los polis ineptos (una madre enfurecida y que quiere venganza, y que lo único que puede hacer, es humillar a los que no hacen su trabajo). La gente simpatiza con la pobre y sufrida madre, que busca venganza.
De una tragedia, floreció una historia, de lo más desigual, contradictoria, y con una especia de aroma a originalidad y realidad, que nos despoja de todas esas pieles de protección y tabúes, que el cine nos ha ido colocando sin que nos diéramos cuenta, para que el típico quisquilloso angelical, no se desmaye viendo como la violencia, la muerte, y las palabras malsonantes, se juntan para darnos un buen espectáculo, lleno de adrenalina, locura transitoria, y un poco de salsa “made in USA”, que a todos los que no vivimos en estas tierras tan recónditas y “populares” por su “igualdad” y su “amor” a la patria, nos hacen sentir, que es el lugar perfecto, para efectuar, una triste pero soberbia historia, de la vida misma.
Me entristece mucho ir al cine, y ver cómo la gente prefiere ver una bazofia como Jumanji o la nueva de Insidious (que sí, aun no la he visto, pero lo siento mucho, no creo que una cuarta entrega mejore las dos últimas), antes de elegir esta espléndida y pavorosa película, que te hará darte cuenta, que el dolor que siente una persona, cuando pierde a un ser querido, no es el mismo que sientes tú, viendo llorara a esa persona. Parece lógico, pero no lo es.
Tres anuncios a las afueras de Ebbing, Misuri, nos ofrece una trama, destilada y creada por una mente retorcida y justa, que sabe perfectamente, que la vida cuando te da naranjas, si te las comes, te das cuenta de que son limones. Si no lo haces, te mueres de hambre. El director Martin McDonagh, cuando escribe y dirige películas, las escribe y las dirige de una forma, que a muchos ignorantes y poco observadores, les puede parecer que se trata de unos dramas en donde personas se pegan, sangran, escupen, insulta, se vuelven a pegar, y se largan corriendo. Y, misteriosamente, no estarían muy desencaminados, pero la burda definición, no sería la correcta. Martin, en esta ocasión, ha creado una trama desdichada, incompleta, y embustera. Si, parece que mis palabras quieran decir, que ha hecho un horrible film, pero, al igual que la película, las palabras engañan.
Cuando digo que es una trama desdichada, me refiero a que es triste, desgraciada y real, y eso la hace única e intachable. Cuando digo que es una trama incompleta, me refiero a que se dejan muchos cabos sueltos sin resolver, no digo que vaya a ver una segunda parte, lo que intento decir, es que, al igual que la vida, no todo tiene explicación, no todo el mundo paga por sus actos, no todo el mundo, consigue su merecida justicia. Cuando digo que es una trama embustera, me refiero a…mejor mirar la película, y llevaros la sorpresa vosotros mismos.
Hay dos actores por excelencia, que debo destacar, sobre la actuación de los demás. Esos son la veterana Frances McDormand y el ejemplar Sam Rockwell. La actuación de estos dos pedazos de actorazos, trastoca los límites que separan al actor del personaje, y del cine de la realidad. Sin palabras. Que ironía.
Extraordinaria, desafortunada, y una de esas películas, que si no crees que es para visualizarla en el cine, es que no tienes ni pajolera idea de dicho arte.
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