Perfectos desconocidos
- alexzv955
- 3 dic 2017
- 5 Min. de lectura
Tener secretos, con la familia, con los amigos, con tu mujer o con tu marido y mucho más, con los desconocidos, es más importante de lo que la gente cree. Mientras no sean secretos de esos que le ponen a tu pareja una cornamenta como el Empire State, o de esos otros, que engañas a la persona a la que le estas contando la mentira, puramente por vicio y para dejarla mal, no dudare nunca en permitir que la gente se guarde secretos en el fondo de su corazón, hasta llevárselos a la tumba. Muchas más veces de lo que pensáis, la verdad, aunque parezca justa y honesta, puede ser cruel, insatisfactoria y espantosa. Entonces, ¿ya sabes porque está bien mentir, y guardase esa mentira en el bolsillo, siempre y cuando lo hagas, para no hacer sufrir a otra persona?

Me encanta el camino que está tomando este excelente y desconcertante director, ya que está abordando uno de mis favoritos escenarios del cine: Sitios familiares, encogidos y aislados del mundo exterior. Al ser un lugar en donde casi todo lo que ves, te es familiar, tu cerebro inmediatamente, lo toma como una agradable y tranquila estancia, en donde relajarse y respirar bien hondo. Y ese es uno de los muchos motivos, por los que me encantan las películas, que transcurren en lugares en donde es muy raro que allí se puede producir una trama estremecedora y cautivadora, que haga sentir esa angustia claustrofóbica, por levantarte del asiento, salir de la sala, salir del cine, salir del centro comercial, y tomar una profunda y necesaria bocanada de aire fresco, de la que tus pulmones necesitaban desesperadamente, o sino, estallarían en tu cavidad torácica, convirtiéndose en cientos de trozos de papel quemado y sangrante, que escupirás por la boca, mientras te ahogas y mueres plácidamente.
El tráiler en sí, no nos enseña nada de otro mundo, que no hayamos visto, en muchas comedias de este tipo, que cuentan una historia que transcurre en una cena familiar en época de fiestas, en donde sí o sí, tienes que presentarte con una sonrisa de oreja a oreja, saludar amablemente a parientes que hacía décadas que no veías ni el pelo, e intentar pasar una velada de lo más fugaz y tranquila posible, sin que saquen tus trapos sucios a relucir, y tu sacar del bolso, una AK-47 y cargarte a todo el mundo, hasta que la sala y el riquísimo pavo al horno (que no te iba a tocar ni una cuarta parte de una pata), se tiñen de rojo y el silencio por fin, reina por doquier, y te llena de alegría y regocijo. Así serian muchas fiestas navideñas, si nuestro salvaje instinto de supervivencia, no estuviera encadenado, amordazado y encerrado en lo más hondo de nuestra alma. ¿Cómo negarse a perderme una quedada tan excitante y traumática?
Antes de continuar con la crítica, querría decir algo, que puede que muchos no sepan, o que los que les gusta indagar en las tripas de un film, hasta llegar a sus entrañas más oscuras y viscosas, puede que sepan, que el año pasado, de la mano del director italiano Paolo Genovese, se estrenó en Italia, una película, que si dijera que es parecida, mentiría, ya que contiene exactamente la misma trama. Este film se llamó “Perfetti sconosciuti”, “Perfectos desconocidos” como se ha puesto aquí. No voy a comenzar un absurdo debate de quien se a copiado de quien, de que si es un remake absurdo y prematuro, o de si las prendas íntimas de los actores participantes en la primera película, son las mimas que se utilizan en esta nueva. Yo aquí he venido a criticar una película con mirada objetiva y sincera. Quien quiera debatir temas que aunque tengan que ver con el film (en parte), lo único que quieren es conseguir crear un ambiente de caos y desconfianza, que miren este film, porque se van a encontrar en su habitad natural.
Todo comienza como un agradable y añorado reencuentro entre viejos amigos, que no se ven en mucho tiempo, que algunos se conocen de toda la vida, desde que se sacaban los mocos en el colegio y los pegaban en el pupitre, otros son nuevos ingresados en este selecto y privado circulo de amistad, pero la paz y la armonía, se puede saborear en el aire, como un exquisito plato del mas delicioso y apetecible manjar. Hasta que te quitas la venda de los ojos, te sacas al pony multicolor que te estaba pinchando en el trasero, y te das cuenta, de que todo en absoluto, es una gran y poderosa bola de mentiras. Los que pertenecen al círculo de feliz y sincera amistad de toda la vida, se dan cuenta, que lo que son es una panda de mentirosos y traidores, que no tienen nada más en común, que el odio que sienten hacia alguien, y las falacias que esconde bajo el móvil. El agradable reencuentro entre personas sin prejuicios ni maldad alguna, era en realidad, un festín de lobos vestidos de corderitos con los ojos degollados, que te arrastran a un pantano de lodo y discusiones, del que te atragantas cada vez que abres la boca para hacer que el ovillo de tu mentira se haga más grande, hasta que te aplaste contra el suelo.
Es imposible, que desde un principio, no se perciba esa falsedad y resentimiento, que anida en el corazón de cada uno de estos traicioneros e imperfectos personajes. Las indirectas que se lanzan como dagas ardientes, con la punta oxidada, se te clavan en el pecho, que no sabes si reírte de lo absurdo y caótico que está siendo todo lo que estas presenciando, o llorar por no haber ni un ápice de sinceridad, entre estas personas, que creían saberlo todo de todos, y se chocan de narices, contra la verdad, envuelta en un engaño, que como casi todos los embustes, se terminan descubriendo, por el propio creador.
Álex de la Iglesia vuelve a hacer, que el propio espectador, sea el que se dé cuenta, antes de que cualquier personaje de su frenética y descabellada trama, lo haga, de que nada es lo que parece, pero todo es como te lo están pintando. Extraño, ¿verdad? Pues así son casi todas las pelis de este genio del cine, que con su retorcida forma de pensar, te vuelve loco, ansioso, enfurecido, y con muchas ganas de seguir viendo, una realidad, que aunque este emparentada con la ficción, le falta muy poco para cruzar la cruda y endeble línea que separa al cine, de la vida misma.
Álex, nos deja un sillón libre, para presenciar una cena de lo más paranormal e ilógica, que es imposible que una risa de lo más macabra y sádica, salga disparada de tu boca, al no poder soportar más, como este grupo de personas, que podrías ser tu uno de ellos, intentan jugar a un juego de lo más corrosivo, y del que saben que van a salir mal parados. Pero a ellos les da igual. Los móviles están sobre la mesa, y ya son como un apéndice más de su anatomía. Es imposible escapar de ellos, y mucho menos si los utilizas para engañar, destruir, y cagarla por todo lo alto.
Álex nos muestra, como deberían o no deberían ser las cosas entre amigos y seres queridos, con toques de un humor de lo más negro y punzante, que te ofende, sorprende, y encanta, por su sutil forma, de quitarse los pelos de la lengua, y desenmascarar a esta pandilla de canallas, que si alguno se libra de caer bajo la mirada juiciosa de la moralidad, pierden por otro lado, su honor, dignidad, y sobre todo, la cordura.
Podría describir una a una las excelentes, sublimes e intachables actuaciones de estos protagonistas tan dispares, rastreros y absolutamente mentirosos hasta límites astronómicos, pero podrirá pasarme horas y páginas, y ni tan siquiera llegaría a detallar todas, así que, si me lo permitís, voy a globalizarlos a todos en un solo conjunto, eligiendo tres palabras, que los identifiquen: Manipuladores, embaucadores, y falsos.
Extraordinaria, excitante, y una de esas películas que no te puedes perder ir a verla al cine, por pasar un rato de lo más placentero, de la mano de una panda de hijos de su madre.
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