Verónica
- alexzv955
- 9 sept 2017
- 5 Min. de lectura
Todos los catalanes. Todos los españoles. El mundo entero. ¡El planeta entero, diablos! Toda esa gente que se estremeció, se congelo, y paso uno de los perores momentos de su vida, al ver tal terrorífico film, que abrió aún más un ventana, de un nuevo tipo de terror, convirtiendo esa ventana en una puerta. Nadie en absoluto (y yo me incluyo entre esos incrédulos), creía, que los españoles, una gente mediterránea y fiestera, que toman tapas al medio día, bailan flamenco por la tarde, y tienen una fama un pelín merecida, de hacer películas un tanto ilegibles y demasiado psicológicas, incluso para sus habitantes. Nadie pensó, que podíamos crear tal obra maestra del cine de terror del de verdad, del que, por desgracia, no estamos acostumbrados a ver.

Pero esto sucedió, un viernes frio de noviembre de 2007, con el film “REC”, que cualquier cinéfilo que sepa degustar películas de calidad, sabe que fue y será uno de los mejores mokumentaries de la historia cinematográfica. Era un film que no mucha gente aguanto sentada, y decidió perder el dinero, antes que perder el corazón. Aunque hiciera un frio estremecedor en la calle, la gente deseaba salir de la sala, y pasar ese frio, a pasar por el que se te metía entre las carnes, convirtiéndote en escarcha, visualizando una de las mejores y más terroríficas películas que el cine mundial, y el español, ha podido presenciar. Por no decir que los yankees intentaron hacer su propia replica, que fue desastrosa y vergonzosa en todos los sentidos.
Pero, que Paco Plaza dirigiera este nuevo film, del que os vengo a relatar, no me convenció a ir a verlo, ya que con la inaguantable y demasiado “ida de hoya” que fue la tercera entrega (ya no decir la cuarta) de esta saga, que empezó desde la cumbre más alta del éxito, descarrilo un poquitín con “REC 2”, hasta caer en un pozo que aunque le lanzaras la cuerda mas resistente, y tiraran de ella los hombres más forzudos y tercos del mundo, jamás lograría salir con vida de ahí. El tráiler me produjo lo que el limón a las almejas; me encogí en lo más profundo de mi ser, y ni me plantee tenerla en mi agenda. Entonces, ¿Qué me convenció al final a ir a verla? Pues muy simple: que jamás rechazo una película de terror. Es mi genero favorito y siempre lo será, aunque sea uno de los más menospreciados y se esté utilizando más por fines lucrativos que por hacer pasar al público, escalofríos agradables.
Nos trasladamos al Madrid de los 90. Un Madrid en donde la tecnológica de los móviles, aún no había “zombificado” a la población, y los jóvenes aun expresaban sus sentimientos con expresiones faciales, y no con emoticonos. Los jóvenes de instituto, alocados y rockeros, quedaban para beber, besarse, ligar, y reírse de cosas absurdas; vamos, como ahora, pero menos moderno. Debo de ponerme crema hidratante en la cara, ya que esta película, ha pegado un bofetón a mis expectativas, de tal manera, que las ha dejado “Ko”, en el suelo, mientras agonizaban de felicidad. Siempre digo que hay que hacer caso al corazón, antes que a la cabeza, porque la cabeza, nuestro tozudo cerebro, nunca nos va a incitar al cambio, o aprobar cosas nuevas, sin estar al cien por cien seguros, de que ese cambio, nos beneficiara. En cambio, el corazón, nuestro dulce, crédulo e inocente corazón, siempre es el que nos dice, que hay que dar las mismas oportunidades a todos por igual. Mi corazón, en esta ocasión, y por suerte en otras muchas, es el responsable de la inesperada y estremecedora sorpresa, que mis sentimientos se han llevado.
Hay que guiarse por el instinto que anida en nuestra interior, ya que el instinto es cuando nuestro corazón y nuestro cerebro se cogen de la mano, para advertirnos o incitarnos, de hacer algo o no, pero si me hubiera guiado por él, jamás, me hubiera perdonado, haberme perdido un film tan excelente y tan escalofriante. Soy humano, y no es la primera vez que una película, con la que iba con las expectativas bastante bajas, me asombra con exclamación, y hace vibrar todos los capilares de mi cuerpo. Desde el primer instante en el que las luces de la sala se apagaban, una brisa gélida me acariciaba amenazante la nuca. Yo di por hecho de que los de Cinesa se habían vuelto a pasar con el aire acondicionado. Pero lo cierto, es que era una advertencia, de que me estaba metiendo en un lugar oscuro y tenebroso, en donde la ficción desaparecería por completo, y la maldad demoniaca que anida en la realidad, me iba a arrancar la columna vertebral, para que no pudiera moverme, en ningún instante. Para que no pudiera gritar auxilio. Para que no pudiera admitir, de que estaba disfrutando, de una verdadera historia de miedo.
Vamos a levantarnos todos, y vamos a darle un gran aplauso al director Paco Plaza, porque lo que él ha hecho con este film, es algo de lo que todos los amantes de este género, estamos dispuestos a pagar lo que sea, por hacernos pasar, un pavor, que nos ponga la carne de gallina y nos haga abrazarnos a nosotros mismos, por estar a punto de llevarnos un susto de muerte. Si, puede que no sea la mayor película de terror de la historia del cine, pero a Dios pongo por testigo, y que me caiga un rayo celestial que me parta en dos cachos abrasados de carne, que este año, de la cartelera española, es la mejor. Eso sí, es mi opinión, y al igual que a mí me ha encantado, a ti te puede defraudar y lamentarte de haber pagado por verla. Pero yo no vengo a decir si una película me ha gustado o no, eso es siempre es secundario, ya que yo estoy aquí, para decirte a ti, y solo a ti, que está leyendo esto ahora mismo, si la película que estás pensando en ir a ver al cine, te va a merecer la pena o no. Te puedo asegurar, que vayas sin miedo a verla, ya que el miedo que vas a pasar viéndola, te va a hacer sacar una sonrisa, que muy pocas cosas te habrán hecho sacarla.
Lo paranormal no está de capa caída. Y para ejemplo de que no me equivoco, el de esta película. ¿Sabéis esos momentos graciosos, que podemos ver en casi todas las pelis de terror? ¿Esos momentos que te hacen pensar que toda va bien, todo va “chachipiruli”, y luego es cuando la cosa se desmadra, y un ente demoniaco empieza a cargarse “a to quisqui”? ¿Incluso cuando la vida de los personajes están en peligro, y están luchando contra algo que no entienden, y al guionista le apetecía no romper esa absurda regla, de que hay que relajar al público con una pequeña e innecesaria carcajada, para romper ese tenso hielo que tanto te ha costado formar, hace que alguno de los presentes haga o diga una estupidez, que también es llamada “parida”? Pues no encontrareis nada de estas cosas aquí.
Aquí encontrareis una tensión tan tajante, que si la acariciaras perderías los dedos de tu mano. Aquí encontrareis un pánico creíble, nada de “poltergeists”, que quieren jugar con sus víctimas antes de zampárselas, con apariciones ridículas y sin sentido alguno. Aquí vamos al grano, al meollo del asunto. No habrá descanso para respirar; ya has respirado bastante antes de entrar a la sala. Es un descenso constante y permanente, hacia las profundidades de tus miedos, y de tu aguante.
Pero claro, la trama no lo es todo sin una buena actriz, que interprete un papelón, y esa actriz en la jovencita Sandra Escacena, que mientras hace de segunda madre para sus hermanos pequeños, y se enfrenta con valentía a algo que está intentando acabar con su familia, hará todo lo posible, para que el público crea, que lo que está viendo es un documental real, de una experiencia sobrenatural.
Estremecedora, intensa, y una de esas películas que agradeces haber ido a ver al cine, por matar dos leyendas de un tiro: Las películas españolas pueden ser buenas, y el terror sigue vivo y dispuesto a arrancarte el corazón.
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