Atómica: Atomic Blonde
- alexzv955
- 6 ago 2017
- 6 Min. de lectura
Durante años, e incluso en estos tiempos tan modernos, en los lobos con caretas de corderos, se hacen los “progresistas” y publican a los cuatro vientos, con palabras envenenadas y mojadas en un petróleo que no arde, porque ningún milagro lo ha querido aun, que las mujeres tiene los mismos derechos que los hombres; pero lo dicen por encajar en una sociedad llena de mentiras y falsedad. Siempre se ha pensado, que los hombres eran los únicos guerreros, lo que podían combatir en el campo de batalla, los que podían machacar a sus adversarios con furia y unos musculosos brazos, que si los juntáramos, no harían ni la mitad de su torso lleno de sudor y sangre de los enemigos. Pero, damas y caballeros, el mundo cambia a cada paso que damos, a cada película que se estrena en los cines, y, como hemos podido presenciar, gracias a las series televisivas y al séptimo arte, las mujeres también son de armas tomar.

El coraje. La valentía. La fuerza. Ninguna de estas cosas debe solo anidar en el corazón de una persona con barba y miembro viril. Existes mujeres, preparadas durante años, para enfrentarse a las batallas más épicas y sangrientas y salvajes, que nuestros ojos y nuestra cordura pueden soportar al unísono. Existen mujeres, creadas entre hierro y fuego, que jamás se doblegaran, ante nadie, ni tan siquiera para mírale a los ojos, mientras su vida se va desvaneciendo. Existen mujeres, que no necesitan ningún tipo de arma de fuego para manejarse perfectamente, durante un dura lucha, en la que, cinco contra una, parece ser una victoria cantada, pero lo que en ocasiones parece ser lo más lógico, es la respuesta más errónea. Y entre todas las luchadoras. Entre todas las guerreras que anidan en este infernal y hermoso mundo, una, sobresale de todas ella. Una bestia tan hermosa como letal, que no le desearía ni a mi más ferviente enemigo, cruzarse en su camino. Ella no le tiene miedo a la muerte. La muerte le teme a ella.
Y otra vez me cruzo con una de esas ocasiones, con las que me debo fijar bien, bien, en un tráiler, y repasarlo las veces que haga falta (con dos ya me ha sido suficiente) para darme cuenta, de que una película, en la que reinan en la pantalla la potente y sensual Charlize Theron (que el día de su muerte aparentara tener 21 años) y el soberbio James McAvoy, no podía ser más, que una excelente e increíble película, en donde no podía faltar a la cita. El tráiler ya de por sí, te mete tal caña, que al finalizar el video, te subes la camisa, y ves que estas lleno de moratones, arañazos, y te falta un pulmón.
Es explosivo hasta embelesarte y tiene un aire grisáceo azulado, que te apasiona y te excita. Como una dulce y escalofriante nana, cantada por la voz más angelical y perturbadora, que si la escucharas en medio de un largo pasillo oscuro, una noche tormentosa, en la que los rayos te van iluminando la estancia, intermitentemente, no sabrías si salir corriendo hacia la puerta de salida, o agárrate bien los machos, y con decisión, abalanzarte contra una inevitable y agradable muerte entre las tinieblas. Extraña sensación para un tráiler de 4 minutos, ¿no? Pues, esperar, que ahora viene lo mejor. Bueno, antes de que se me olvide: La banda sonora del tráiler (y ya no decir la de la película) te hace vibrar de tal forma, que temes que todo lo que hay a tu alrededor, se caiga al suelo y se rompa en mil pedacitos.
Se podía decir, sin lugar a dudas, que lo mejor de esta película. Lo más trepidante. Lo más emocionante. Lo más, atómico, es la sensual y electrizante Charlize Theron, que con 41 años que lleva encima, le pega mil vueltas y un millón de bofetones, a muchas de veintipico, que parecen llevar la juventud, a lo Matusalén. Pero ya llegaremos a esa parte, ahora vamos al film. Una capa de neblina azul desteñida, con toques fluorescentes ochenteros, te absorbe y te coloca en una posición de lo más privilegiada, para disfrutar como el espectador morboso y apasionado que eres, de las trepidante, de las excitantes, de las casi dos horas que pasaras pensado que estas sentado, y hace un buen rato, que tus piernas echaron a correr, por miedo y por una fogosidad que arde en lo más hondo de tu pecho en llamas. El ambiente que se huele, que se saborea, y que se sienta en cada descolorida pero llamativa escena, es el que te deja sin aliento y con un ardor en el estómago, al disfrutar con un sentido muy lógico, del dolor ajeno, que se está desperdigado, como el plomo que traspasa el cráneo del estúpido secuaz, que intenta destruir algo, que ya está roto, pero que aún sigue llorando sin saber porque sigue haciéndose sufrir, te hare temblar de agitación y emoción.
Es un drama político, que mezcla una acción entretenida y nerviosa, que se deja llevar muy bien, por los típicos tópicos que en las elegantes cintas de antaño, en donde los espías eran igual de fríos e igual de inesperados, que la guerra en la que estaban luchado, eran enviados a luchar desde las sombras y con un gusto refinado y mortal, por acabar silenciosamente, con sus adversarios. Pero esta película no es silenciosa. Es ruidosa. Es penetrante. Es tan explosiva y malvada, que no sufre al hacernos padecer, viendo como tortazo tras tortazo, puñalada tras puñalada, y disparo tras sangre redecorando el salón de rojo purpura, aún seguimos ahí sentados, imaginándonos formas más atroces y formas mas sádicas, y formas menos dolorosas, de elegir un camino, en el que no te vayas a topar con alguien, que tiene la sangre tan álgida y tan llena de ira y una fuerza que revienta tablones, con las narices rotas de sus víctimas.
Que bien se le da creer armas letales, que se disfrazan de seres humanos, para pasar inadvertidos, mientras siembran el caos y le dan trabajo a la muerte, pero siempre desde el bando de los buenos. Y se le da genial hacer esto, al director David Leitch, que aunque trabajo como co-director en la fantástica y estupenda primera entrega de Jhon Wick, él también puso su esencia guerrera y destructiva, para que de algo, que parecía que iba a ser un bodrio dramático y demasiado meloso, se ha convertido en toda una cinta clásica de este gran género, que si deja de lado las carreras de coches, los robots extraterrestres, y lo de matar por matar porque me sale “de ahí”, puede hacer nacer obras maestras como esta que os estoy relatando con toda la delicadeza y toda bestialidad, que atesoro en mi desviada mente. Leitch, logra convencernos, por trasladarnos a otra época, y otro lugar, en donde estaban cambiando las cosas, y nosotros podamos presenciar en primera fila, como el cambio florecía de entre los muertos y la intolerancia, para acabar eclipsando y dando caza, a todos aquellos, que al ganar una trágica e inolvidable guerra, decidieron hacer suyo, con violencia e incomprensión, lo que no les pertenecía.
Como ya he comentado anteriormente, una de las mejores bazas que aquí podremos escuchar con sensibilidad y soberbia, es la excelente y atractiva banda sonora, que mientras contemplas como se van repartiendo hostias como un cura reparte el cuerpo de cristo a las creaciones de su señor, podrás intentar retener esa sensación, que te llama a la pista de baile, y te incita a levantarte, y empezar a mover el esqueleto, al son de muchas de las mejores canciones, que marcaron una magnifica y marchosa época, al ritmo del pop electrónico, que va haciendo “pum pum” en tu infartado corazón.
Y ahora, lo mejor de lo mejor. La razón por la que esta película, va a crecer, hasta llegar a lo más alto de la cadena alimenticia, de aquellos héroes que sin súper poderes, logran combatir el mal, con dureza y sin piedad. Charlize Theron. Vaya pedazo de mujer. Vaya pedazo de líneas que recorren su estampa, moldeando cada parte de su atractivo y erótico cuerpo, que con unos ojazos azules blanquecinos, tan explosivos e imparables como sus habilidades y sus puños que rompen dientes, convirtiendo bocas en pianos maltrechos, te agarra del cuello con una fuerza y una vitalidad pavorosa, que arremete contra tus emociones y tu libido, acelerando tus pulsaciones, y haciendo que quedes paralizado y congelado, ante tal gélida y majestuosa escultura.
Fulminante, extraordinaria, y una de esas películas, que sí que agradeces haber ido a ver al cine, por abrirte el pecho por la mitad, y colocar unos cartuchos de dinamita fluorescente y provocativa, que te hagan saltar por los aires, con una sonrisa de lo más morbosa y agradecida.
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