La guerra del planeta de los simios
- alexzv955
- 15 jul 2017
- 6 Min. de lectura
Ha comenzado la guerra que terminara con todas las demás. La guerra, que volverá a poner al rio en su cauce. La guerra que enfrentara al humano contra el simio. Al creador contra la creación. El bien contra el mal. Pero, ¿Quién es el bien y quien es el mal? Siempre se supone, que en una guerra, hay dos bandos, en los que unos luchan por objetivos más justos, y otros más perversos. Pero en esta ocasión, la duda se cierne sobre nosotros, con intrigantes y devastadoras preguntas, con respuestas que ponen en peligro la paz humana. Sintiéndolo mucho, yo ya elegí mi bando. Lo elegí en el primer momento que vi la primera entrega. Lo seguí pensando al ver la segunda parte. Y, os guste o no, la raza humana, ya no porque sepamos el inevitable final, sino porque esta vez, nosotros somos los malos. Nosotros somos los que empezamos esta guerra entre especies. Nosotros, y solamente nosotros, somos los que le dimos al simio, la capacidad para pensar con lógica. Para sentir amor y odio. Para distinguir entre lo que está bien, y lo que esta mal. Fuimos nosotros los que acabamos con la humanidad, ¡No los simios! Y está más que claro, que la cabezonería del hombre, y su ímpetu para demostrar, que es la raza suprema, es legendaria. ¡Y estaba aún más claro!, que la gente no se iba a quedar sentada, viendo como su experimento, se apodera de su planeta. Pero lo que de verdad esta cristalino como el agua, es que ellos tampoco se van a rendir. Ellos no van a acobardarse. Ellos también van a luchar, por el mundo en el que también se merecen vivir.

Y aquí viene el final, de una de mis preferidas trilogías. Y ya no te cuento de películas. Con el oscuro y sobrecogedor origen, descubrimos que nosotros los creamos, para encontrar la cura a una enfermedad devastadora, y después decidimos expulsarlos, nos arrepentimos de esta terrorífica creación, que sobrepasaba nuestra inteligencia. Luego vivimos los estragos de un virus, que se propago por el mundo, acabando con la mayoría de la gente. ¿Y los que sobrevivieron? ¿Los inmunes? Se quedaron para presenciar, el amanecer de una nueva era, en el que los humanos, no nos merecíamos tener un lugar. Y ahora, la esperada y ansiosa última guerra, en la que se pondrán todas las armas y las cartas sobre la mesa, de las que ambos bandos dispongan. Ya no habrá revanchas, ni segundas oportunidades. El final ya ha llegado, y debes elegir de que bando estas, y que vas a hacer, para proteger tu futuro, y el de los demás.
Si, habéis leído bien: Sera la última guerra. ¿En serio? Bueno, de momento, si, o al menos es lo que ha dicho el director Matt Reeves, que lo que ha comentado exactamente ha sido: “No creo que vaya a haber ninguna razón para hacer un remake de la original.” Bravo. Bra-vo. Bravo porque a alguien en Hollywood, se le enciende la cordura, y piensa: Ya hemos contado tres historias jamás contadas, que debían ser contadas. Y hemos llegado al principio del planeta de los simios. ¿Qué necesidad hay de hacer un remake de ella? ¿Ninguna? Sí que la hay, porque, como pasan en todos los remakes que se hace, siempre estarán los fans que dan su voto de aprobación, y los fans que les repugna ver como su clásico favorito, es destrozado por las nuevas tecnologías. Mi opinión es que, tarde o temprano, y yo seguiré vivo para presenciarlo, habrá una remasterización Del Planeta de los Simios, porque a ver quién es el guapo, que les hace cambiar de opinión, a estos de 20th Century Fox, o a cualquier productora cinematográfica, cuando hay “money” de por medio.
Qué ironía, ¿verdad? ¿Qué a que ironía me refiero? A todo. Toda la película es una gran ironía. Una ironía tan grande e indescriptible, que solo pueden percibirla, aquellos que con la mano en el corazón, y la vista al frente, se han dado cuenta, de que todo se reduce a esto. Ya no hay nada más que contar. Aquí terminan todas las historias jamás contadas. A partir de aquí, comienza una nueva lucha de ideas, por dar al público más, de algo que les ha impactado tanto. ¿Pero es que no lo veis? ¿De verdad queréis que haya otra? ¿De verdad merece la pena echar por los suelos una trilogía de lo más bella y penetrante? Prefiero tragarme esas ganas de más, antes de ver otra vez, como un clásico es destruido en mil pedacitos. ¿Aún no sabéis de que ironía estoy hablando, verdad? ¿Cómo puede un film, en donde sus protagonistas son simios, tener tanto de humanidad? Ese es el don de esta película, de esta increíble y preciosa película. ¿La mejor? La segunda me dejo un espinita clavada entre las costillas, pero no rozo ninguna emoción que evocara la decepción. ¿Entonces es mejor que la primera? No diré jamás, por experiencia, que una segunda o una tercera parte, no pueden superar a una primera entrega, porque he visto como sucedía con mis propios ojos, y esta vez, ha tocado con las yemas de los dedos, esa posibilidad, pero se ha quedado empatada, compartiendo primera posición.
Como ya he dicho, lo mejor, absolutamente lo mejor de esta película, es su poder de transmitir al espectador, un apego, una emoción de empatía, con estos pobres simios, que se ven masacrados por quien los creo. Y esa empatía, esa triste sensación de estar viendo, que de nuevo tu propia raza, comete barbaries, es la que te encoje el corazón en cada instante de la proyección, sin dejar de transmitirte una esperanza, que si no se ha perdido por completo, está a punto de extinguirse. Me ha revoloteado por la cabeza, una sensación de peculiaridad, de similitud con una de las mejores películas del siglo: Avatar. Muchos dirán que me equivoco al pensar que tiene algo en común, pero si lo piensas bien, el hombre, el ser humano, vuelve a ser el dictador de la película, y hace que el espectador, un ser humano de carne y hueso, se ponga en contra de su propia raza, es un logro de lo más impresionante. Un logro de lo más impresionante, para aquellos que aún no saben, que las personas, somos bestias salvajes disfrazadas con complementos con los que ocultar nuestros oscuros secretos y nuestro más tenebroso corazón. Veréis piedad. Veréis amor. Veréis alegría. Pero sobretodo, lo que veréis, será tristeza. Sera desesperación. Sera crueldad. Sera perdida. Serán cientos de lágrimas internas, que recorren tu pecho de roca, quemando y deshaciendo toda esa coraza de dominio y egocentrismo, al ver que aunque parezca que una persona, entre tantas, puede albergar algo de compasión, algo de desazón, no es así. Eres un simple simio, este es mi mundo, y si tengo que elegir entre vosotros o nosotros, ten por seguro, que una bala te atravesara el torso.
No tengo ninguna duda, de que Matt Reeves puede dormir a pierna suelta por las noches, ya que lo que a conseguir hacer, aquí, es de aplaudir, es de agradecer, es de ponerlo en un pedestal, y rezarle cada noche, para que siga dirigiendo films, igual de fantásticos. Crea un entorno hostil y desprovisto de falta de tacto, en el que el simio, sigue creyendo que el humano se va a rendir ante sus amenazas, pero lo que no sabe, es que se enfrenta al hombre estadounidense, y los yankees nunca paran de atacar, hasta que no les queda ningún un hombre en pie. Está claro, que el protagonista es Cesar, el simio inteligente y sabio, que con liderazgo y un impulso que será su perdición, se encamina junto a sus más acérrimos compañeros, a rescatar a su pueblo, encerrado y tratado, como si de nuevo estuvieran para exhibirse en un zoo, para placer de los allí presentes. Es tan sublime, es tan bella, es tan conmovedora, que creo que un pedacito de mí, un pedacito de mi cansado y desvalido corazón, que tantas veces le hago sufrir por un morboso disfrute por el dolor, se ha quedado impregnado para la eternidad, entre las imágenes de esta hermosa y apoteósica película.
El gran y fabuloso Andy Serkis, se vuelve a poner en la piel de Cesar, con una interpretación, que no es que roce la perfección, es que revienta esa maldita barrera que separa a los mortales de los dioses, y con sentimiento y pasión, cala en lo más hondo de tus emociones, haciéndote creer, que ese simio, recreado por ordenador, existe en realidad. Cada sutil gesto. Cada simple palabra. Un escalofrío que recorre tu columna, al ver que con pura maestría, puede lograse tal acto, lo único que puedes hacer, es disfrutar, emocionarte, y sentir como esa exaltación hace temblar tu corazón, hasta dejarlo sin ningún respiro que exhalar.
Poderosa, hermosa, y una de esas pelucas que agradece haber ido a ver al cien, por conmoverte de tal forma, que la propia emoción, se junta con la exaltación, haciendo temblar tu corazón.
Comments