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Jhon Wick: Pacto de sangre

  • alexzv955
  • 23 abr 2017
  • 6 Min. de lectura

Hay un hombre, al que mandas para matar al hombre del saco. Hay un hombre, que lo único que quería, es alejarse de la decadencia y la muerte, y justo esas dos cosas, picaron a su puerta con tormento y desdén, derrumbado todo lo que aún le quedaba, de un espejismo, que relataba la única historia feliz, que podía tener. Pero la cruda realidad de la vida, no le dejo escapar de su pasado, y bajo el manto de la venganza, y una furia incontrolable en cada bala, que se desprendía por los cuerpos de los imperdonables, volvía a florecer aquel hombre, que un día fue la bestia, que con un voraz apetito por la muerte y la destrucción, encontró una rosa, que navegaba por la sangre del dragón que el mismo asesino. Todo era perfecto. Todo era maravilloso. La vida, por primera vez en años, en muchos años, le sonreía de verdad, y no con una falsa y engañosa propuesta de un camino mejor. Esta vez, parecía que todo el mal que había sembrado por las calles y todas las muertes que había dejado a sus espaldas. Todo el odio y sufrimiento, que reinaba en su corazón, había desaparecido, había muerto para siempre. Pero como bien se sabe, jamás, jamás, jamás, se puede escapar de tus acciones pasadas, y cuando la sedosa tela que recubría sus ojos, se dejó caer ante sus manos, y cuando la ultima mención, que le recordaba, que aún tenía la posibilidad de poder huir de esos pensamientos que corrompían su alma, también se desangro ante sus ojos, la furia volvió a él, la venganza y la rabia, se apoderaron de su ser, y

arrastraron y arrancaron cualquier bonito y apacible alusión, sobre sus pocos, frágiles y fugaces años siendo verdaderamente feliz. La bestia había vuelto, y aunque parezca que con la primera tuvimos suficiente, pongo a dios por testigo, que nunca tendremos suficiente, para ver como Jhon Wick mata, asesina y tirotea con elegancia, a aquellas almas, que ya no tiene salvación.


Y si chicos y chicas. Y también vosotros, asesinos en serie, domesticados en las más discretas y estrictas normas de la lucha y la muerte. Ha vuelto. Tres años, que se dicen pocos, pero suficientes para coger las mejores ideas, y no chafar una primera parte exquisita, que nos encantó y envolvió en un manto de atractiva vendetta, para que disfrutáramos de un Keanu Reeves ejemplar e imparable. Tres años, para que Wick volviera a nuestras grandes pantallas, y nos dejara volver a ver, la máquina de matar humana, que no tiene fin, que no tiene remordimientos, que no tiene nada y nadie, gracias a aquellos que un día fueron sus amigos, y que hoy se han convertido en unas dianas perfectas, para nuestro morboso deleite por verlos morir entre terrible sufrimiento. Nunca habéis llegado a pensar, ¿que si se enfrentaran las personas más mortíferas de las películas, aquellas, que no necesitas súper poderes, para sembrar el caos en los pecadores, sería una grandiosa y descolocada película, que juntaría una batalla campal, con un misterioso y sorpréndete ganador? Como por ejemplo una batalla entre Jhon Wick, Robert Mccall (The ecualizer), Bryan Mill (Venganza), Frank Martin (Transporter) y Mike Banning (Obejtivo la casa blanca). Sería algo magnifico y potente que presenciar, ¿no es cierto? Bueno dejémonos de posibles paranoias Hollywoodienses, y centrémonos en la película que hoy nos trae aquí.


¿Sabéis cuantas veces, he presenciado, el milagro más impensable en la historia del cine? ¿Ese milagro que hace romper la maldición inquebrantable en la gran pantalla? ¿Ese milagro que hace que te replantees el mundo del cine, como un alma mucho más maravilloso de lo que tu corazón y tu mente pueden llegar a imaginar? Ese milagro, solo lo he visto, con mis propios ojos, una sola vez, y fue con Jeepers Creepers 2, que no solo supero a la primera entrega, sino que marcó un hito en historia de la cinematografía. Y hoy, ese milagro, lo he podido contemplar con un maravilloso esplendor, que me a helado la sangre, y me ha devuelto una vez más, la fe, y la confianza que se estaban desvaneciendo, por culpa de segundas partes mediocres, aburridas, y amargas hasta arrancarte de cuajo las papilas gustativas. Hoy por fin, se han puesto a prueba mis sentidos cinemáticos, ya que al ver el primer tráiler, de esta espectacular segunda parte, en ningún momento tuve la sensación de estar viendo algo legendario. Pero en cuanto me senté en la butaca de terciopelo, coloque mi pierna izquierda sobre la derecha, me cruce de brazos, y limpie el polvo de mis gafas, me di cuenta, de que no podía ponerme cómodo, ya que, mi conciencia no estaba preparada, para el espectacular festival de sensaciones y tiroteos, con el que me iba a topar, sin yo saberlo.


Superar una gran primera entrega, es una tarea casi imposible, y me duele, me duele muchísimo estar escribiendo esto, pero lo tengo que decir, ya que lo que he experimentado, pasa las fronteras de mi razón, y me fuerza de voluntad, me impide negarle el primer puesto, a esta nueva película, que tanto ha llenado de plomo mi torso: Esta segunda parte, es mejor que la primera. Me duele muchísimo escribir estas palabras, pero me alivian, agradezco este dolor, ya que jamás podía pensar, que volvería a sentir en mi corazón, esta sensación tan agradable y satisfactoria, de llevarte una sorpresa de verdad, una sorpresa que te sorprenda más allá de lo esperable en ella. Es impresionante la bella y refinada forma en la que se ha llevado a cabo, cada milímetro de este film. Se ha cuidado minuciosamente. Hasta la sangre salpicada del cráneo de un esbirro, crea una hermosa estampa con la superficie que choca, que te recuerda el porqué, de que te guste la morbosa sensación de ver sufrir a gente, que se lo merece.

Toda ella es elegancia. Las corbatas de zafiros azules, reflejadas en el pecho del villano, son elegantes. La mesa volcada con furia y agresividad, es elegante. La copa de vino tinto, que se camufla entre la sangre que chorrea del torso inerte de vida, de la víctima que se merecía ese tiro certero en su tórax, es elegante. El implacable desdén del espectro, que navega por la oscuridad, acechando a su víctima, sin ser visto, y sin ser asesinado, es elegante. Las personas que parecen ser simples viandantes, que caminan hacia un destino concreto, se convierten en cazadores furtivos, que buscan llevarse un gran botín, son elegantes. Eso es lo que ha hecho a esta película ser grande, ser más grande que otra, y por desgracia, ser menospreciada.


El director Chad Stahelski es un experto en vendettas, ya que solo el, y solo el, sabe cómo llevarlas acabo, con amabilidad, con delicadeza, con una extraordinaria y potente voluntad de hierro, que ni el mismísimo satanás podría pararle los pies. Tiene un don para crear una trama excelente, y que esa trama, no se desvié por caminos sexuales, o sin ningún sabor en especial, que llegue a satisfacer el paladar de nadie. El don que apodera en sus manos, y que deposita en sus films, es el de convertir a la muerte en belleza, el de convertir un charco de sangre, en un precioso lago purpura, el de dejar de lado las típicas, desfasadas y tremendamente agotadoras películas americanas, que lo unció que quieren reflejar, en una película de acción, es matar por matar, sin ningún objetivo coherente, ni ninguna posibilidad, de sorprender a nadie. Gracias Chad. Gracias de verdad, porque has hecho que algo imposible, sea posible.


Cuando juegas con el diablo, y le apuñalas en la espalda, no esperes que se de media vuelta, y olvide lo que has hecho. Él te perseguirá, él te condenara, él te arrastrara hasta el miedo y el terror que sentirás, cuando te esté apuntando con una pistola en la sien, y sin expresión alguna en su rostro, que pueda darte alguna pista de placer o arrepentimiento, apretar el gatillo, e irse por donde ha venido, a la espera que otros pobres diablos, vengan a picar a su puerta, y su guadaña se pasee por su cuello. Esto es exactamente Keanu Reeves, el mejor, sin duda alguna. Y por suerte (y viendo esta segunda parte espero encontrarme con algo apoteósico) podremos volverle a ver en acción, a él, y a sus magníficos dotes por la lucha encarnizada.


Tremenda, elegante, y una de esas películas, que marcan un ahora y un después en el cine, y en tu corazón.




 
 
 

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