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La ciudad de las estrellas: La La Land

  • alexzv955
  • 25 ene 2017
  • 5 Min. de lectura

Maldigo el día en el que apareciste en mi vida. Bendigo el venidero día, en el que por fin te decidas de una vez por todas, a mostrarme algo, que de verdad tengo un final feliz para ambos. No eres bien para mí, pero tampoco malas son tus intenciones, aunque desproporcionadas y desacertadas parezcan. Ya no puedo confiar en tus ojos, ya que en ellos veo el reflejo del sufrir y la derrota. Pero aun así, siendo un bobo enamorado, me abalanzo sobre ellos, como un pescador que lucha contra el mar embravecido, en busca de un pez que caiga en su cebo, y no un alga que enrede su anzuelo. Me mostrabas un embriagador aroma, que aparentaba ser el elixir perfecto contra mi soledad. Lo que de verdad era, es una roca gigantesca que astilló mis costillas, y desplego sus punzadas por mi cuerpo. Una melodía angelical y armoniosa encandilo mis oídos y revoluciono mi consciencia. Lo que de verdad era, es una balada triste de trompeta, que me hace navegar hacia las puntiagudas rocas, y romper mi ser en mil pedazos. Zafiros incandescentes de colores atrayentes me embrujaron con amabilidad y serenidad. Lo que de verdad eran, es lo que de verdad habían sido siempre: La tristeza disfrazada de belleza.


Si os digo la verdad, siendo sincero con vosotros, mis apreciados lectores que hoy, ahora mismo, os encontráis leyendo un sinfín de palabras deprimentes que te precipitan hacia el vacío del desconsuelo: No tenía pensado ir a ver esta película. Busco una escusa que excuse mi desafortunada decisión, pero puede que mis nulas ganas de ir a presenciar tal espectáculo cinematográfico, se dieran, al no aparecer en mí, sensaciones de necesidad, de intención de ver el film, de no llamar para nada, mi insaciable atención. No me gustan mucho los musicales de la gran pantalla; soy de verlos más en el gran teatro. ¿Pero es que acaso yo tengo la culpa de eso? ¿Acaso me tengo que sentir yo culpable, de las decisiones que toma mi subconsciente? ¿Es que hay alguna manera de poder controlar la ola de hormonas y feromonas, que te llenan el corazón, al ver algo que te agrade? Es mi consciencia la que decide lo que me atrae o no. Son mis deseos más profundos los que exigen y me obligan a ir al cine, a saciar una necesidad de placer y confort. Y si no llego a desafiar a mis instintos, a ese maldito “Pepito Grillo”, que me susurraba en el oído (otro bodrio americano que han querido endulzar con alegres canciones). Si no llego a gritarme a mí mismo, delante del espejo, que le dé una oportunidad, solo una, a una película ganadora y nominada a tantos Globos de oro y a tantos Oscars, no me lo hubiera perdonado en la vida, porque, señoras y señores, lo que veréis (si tenéis ganas de disfrutar), es uno de los más grandes musicales que ha nacido en el cine, lleno de glamur, pasión, y sobretodo, amor, mucho amor por todo lo que nos rodea.


Este fantástico y extraordinario film, es una encantadora balada continua de emociones y experiencias revitalizantes, que contiene una cadena de preciosas melodías que envuelven tu corazón, en un bello velo de hermosura y ternura, entristeciendo tu ser, y conmoviendo tu espíritu. El toque idóneo para esta película, y con el cual, jamás (creo yo), hubiera podido ser lo que hoy es, es el espléndido montaje artístico de las canciones, que no relatan una historia normal y corriente, en donde tus sueños se hacen realidad de la noche a la mañana, con la ayuda inconfundible del cantar. Sino, que nos interpretan un excepcional y elegante relato, de la vida de dos personas, con el corazón encharcado en sueños no cumplidos, y que, el universo, decidió pasárselo en grande con ellos, juntándolos, enamorándolos, y creando una relación de afecto tan profundo y real, que si alguno de ellos llegaba a llorar en el mar, el otro sabría perfectamente encontrar la lagrima, que vaga sin rumbo entre el espejo de las estrellas.


Simplemente, e intentando acortar al máximo, todo este oleaje de sensaciones indescriptibles, que acongojan tu esencia, y te dejan como una rosa, que crece en medio de un prado de hierbas. Pero no puedo. Lo hare. No debería, porque esta película se merece todos lo halagos que de mi puedan surgir, pero lo hare, ya que solo estoy aquí, para explicar todo lo que me ha hecho sentir, y todo lo que seguirá haciéndome sentir, dosificando mis impresiones. Un aura complaciente y llena de luces de neón, domina todas las escenas con elegancia y seducción, haciendo que una chispa de pasión y fascinación, te engañe con bondad, para que le sigas el ritmo, a esta atmosfera de virtuosa y cálida acogida, en un mundo lleno de llantos de júbilo y aflicción.


Se ha promocionado mucho esta película, proclamando que es del mismo director que “Whiplash”, y no estoy negando que no se a así, pero creo, que el director Damien Chazelle, ha hecho más de una grandiosa película como guionista, como la “infartante” “Gran Piano” con Elijah Wood y John Cusack, o la escandalosa y aterradora “Calle Cloverfield 10”, con John Goodman, Mary Elizabeth Winstead y John Gallagher, Jr. Pero claro, estos de Hollywood, solo piensan a lo grande, y como dijo Ryan Gosling en “La ciudad de las estrellas: La La Land”: Hollywood, la ciudad que adora todo y no aprecia nada”. Esta vez Damien, nos trae a las manos, volando desde las nubes, empaquetada en un cordial y atrayente paquete envuelto con fascinación, y deseos truncados, una película, que es mucho más que una película, es mucho más que un musical, es un clásico del cine moderno, que dentro de 10, 20, 30 o los años que sigamos vivos en el planeta tierra, siempre la recordaremos, la señalaremos, y diremos con los ojos llorosos y la respiración entrecortada: Esta, es una película de verdad, y la razón por la que el cine, siempre seguirá vivo, en los corazones de aquellos, que de verdad les apasiona el cine.


Creo que ya, con este papel, la preciosa y simpática actriz Emma Stone, se merece el reconocimiento que tanto ha estado buscando, en cubos llenos de comida de hace días. Con su afable y sincera forma de ser, lidera nuestros sentientes y emociones en pantalla, con una soltura y luchadora convicción, que te dejan decepcionado, al darte cuenta, de que esa vida, esa derrota tras derrota, esa decepción tras decepción, esa laguna llena de oportunidades rostas y desperdiciadas, te va llenando por dentro de amargura y desazón, hasta que llegue el día, en el que te dejes de compadecer de ti mismo, y afrontes la vida de cara, te seques los mocos, y le des un buen puñetazo a la desilusión.


No hubiera elegido a otro actor, como lo es Ryan Gosling, para interpretar con tanta clase e ilusión este papelazo, ya que despierta en ti, ese sentimiento de lucha que lleva tanto tiempo apagado, esa sensación de que te puedes comer el mundo con tan solo poner un pie en la calle, esa imparable y codiciosa ambición de triunfo, por llegar a lo más alto de los más altos, mirar hacia abajo, sonreír, y sentir por primera vez, que aunque hayas sufrido por el camino, y te hayas topado con un muro que te gritaba lo imposible que será que logres algo, has llegado ahí, estas ahora mismo ahí, porque no te has rendido, porque esos problemas que amenazaban tu vida, te han hecho más fuerte, de lo que jamás hubieras podido imaginar.


Extraordinaria, conmovedora, y una de esas película, en las que te emocionas y lloras, por no poder creer que el cine, pueda seguir creando tal belleza en pantalla.




 
 
 

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