Train to Busan
- alexzv955
- 22 ene 2017
- 4 Min. de lectura
Un Zombi es un ser, que deja de pertenecer a la raza humana. La palabra Zombi proviene de la profunda África, pero no me voy a poner pesado explicándoos historia, solo quería que lo tuvieseis en cuenta, ya está, así que seguiré con mi intro. Ser zombi te convierte en un monstruo hambriento, ¿o solo eres el siguiente eslabón de la evolución? ¿Y si es así como el mundo florecerá otra vez? ¿No renace el ave fénix de sus cenizas? Puede que la humanidad necesite un holocausto zombi, para comprender la importancia de cuidar nuestro planeta. Un zombi no puede sentir ni cariño ni tristeza; para el solo eres un almuerzo. Un zombi no puede emitir ni un solo sonido entendible, que no sea un amplio y desesperado gruñido, que ansía destriparte y comerse tus intestinos y tus sesos. En sus ojos ya no habita amor, ni tampoco aquella persona, que un día fue alguien, pero que ahora, se ha convertido en un saco pútrido de carne andante, que el mayor favor que le podemos hacer, es quitarle la vida, y darle la libertad deseada.

Este esplendido film, no va de como unos pobres desgraciados, sobreviven a un ataque zombi. No. Este desgarrador film, va sobre como unos pobres desgraciados, van sufriendo calamidades una por una, sin tener la oportunidad de descansar y reponer fuerzas, ya que si lo hacen, acabaran devorados por una jauría sedienta de carne fresca, y se convertirán en uno más, de esa jauría sedienta de carne fresca. Que sea una película de zombis, sí que ha sido un factor para que la vaya a ver. Pero no ha sido lo que me ha llamado la atención a gritos. No ha sido lo que ha detonado algo en mi interior, y a echado a patadas a todas las dudas que revoloteaban sobre mi cabeza. Como siempre me pasa, las pelis de encarcelamientos, de pobres e indefensas almas, que deben luchar contra asesinos en serie, seres sobrenaturales, la implacable fuerza de la naturaleza o (en este caso) un batalla mortal contra miles de zombis, que aparecen en cada esquina cuando menos te lo esperas, para arrancarte la cara de cuajo, y que estos pobrecillos sobrevivientes, que se encuentran en espacios reducidos, donde las opciones de sobrevivir son mínimas, y su sentido de supervivencia se ve sometido a prueba: me ponen muchísimo, y no en el sentido sexual. Me encanta disfrutar de una morbosa y aterradora manera, viendo como estos miserables infelices no tiene donde esconderse, y que la única salida que les queda más a mano, es la muerte.
Y si, si os habéis fijado en la portada de la película, es una película oriental. Para concretar más: es una película de Corea del Sur. ¿Acaso hay algún problema con eso? Pues desgraciadamente, para el pueblo ignorante español, y el resto del mundo, que no tienen ni pajolera idea, que la mayor parte de los mejores films de terror, provienen del continente asiático: Si, que sea coreana es un gran problema para que triunfe en la taquilla global. Lo mismo pasa con las películas que creamos a nivel nacional, u en otros muchos países, que no sea Estados Unidos, ya que ellos son los dioses ancestrales, que crean toda la magia del cine, para encandilar a todos por igual, ¡y no decepcionar jamás! (nótese mi ironía). Me ha sorprendido y agradado ver, que a las 00:25 de la noche de un sábado, hubiera unas 30 personas, viendo esta película, ya que me esperaba una velada intima entre yo y el cine; aún hay esperanza.
El director Yeon Sang-ho nos muestra un film verdaderamente aterrador, que te petrifica en el asiento, durante toda su pasajera transición por la pantalla, y te convierte en una víctima más, que debe huir de esta masacre en masa, en donde tendrás que elegir si ser un héroe, y morir por ello, o salvarte tu propio culo, y a los demás que les den “fanta”. Al fin y al cabo, si llegas a sobrevivir, tarde o temprano, ellos te atraparan, te arrancaran los ojos con sus oxidadas uñas rojas, pero no si antes clavarte sus afilados dientes en la garganta, y que la sangre que danza a borbotones por tu cuello, como la “Font de Motjuic”, bañe toda la estancia, convirtiéndola en un sangriento lugar, para que el próximo que pase, sepa todo lo que has debido sufrir. Hemos presenciado, a lo largo de la historia del cine, muchsimos zombis de todas clases, pero te puedo asegurar, que estos te asustaran de veradad, provocando escalofrias por tu cuerpo, que no querras ni respirar ni parpadear, por si se les ocurre salir de la pantalla, en busca de mas carnaza.
Sabía que me iba a gustar, ¿pero tanto como para dejarme boquiabierto, mientras presenciaba este festival de vísceras y muerte? Jamás me lo hubiera imaginado. Ni en mis más lúcidos sueños, podría haber sabido, que me iba a agradar tanto e impactar de tal forma, que cuando llegara a casa, tendría que darme una buena ducha de agua caliente, para arrancar toda la sangre que ha hecho costra en mi piel. Y por eso invito a la gente, que deje de juzgar un libro por su tapa, y que al menos, y solo al menos, le den una oportunidad, a grandes películas extranjeras como esta, que te sacaran los ojos delas cuencas, y te los derretirán en una copa llena de emociones y escalofriantes experiencias.
El actor Gong Yoo interpreta su espléndido y egoísta papel a la perfección, al darse cuenta poco a poco, que lo que de verdad importa no es siempre uno mismo, si tienes la oportunidad de salvar a los demás. Encandila las escenas con su aroma a anti-héroe, que te convence todo lo que hace, y le seguirías hasta el final del mundo.
Ma Dong-seok se desparrama por las escenas con brutalidad y bestialidad, siendo el perfecto “Rambo” coreano, que tiene su corazoncito, entre cada pectoral de piedra y entre cada bíceps de hierro. Te das cuenta, de que él es el verdadero héroe de la película, él es el que da sin recibir nada a cambio, para proteger a su mujer, y a cualquiera que esté en peligro.
Salvaje, feroz, y una deseas películas que agradeces que hayan traído desde tan lejos, para que los que de verdad apreciamos el cine, podamos disfrutarla.
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