1898. Los ultimos de Filipinas
- alexzv955
- 6 dic 2016
- 3 Min. de lectura
Nos dijeron que íbamos a proteger a un pueblo, que solo íbamos a descubrir nuevas tierras y nuevos parajes, y nosotros nos lo creímos como malditos incrédulos que agachan la cabeza, para no ver la verdad. Un pueblo abandonado de la mano de dios, donde instalarnos y permanecer ahí el tiempo suficiente, para que otros volvieran a sustituirnos. ¿Qué es lo que encontramos allí? Desolación y muerte indiscriminada, por la grandeza apoteósica de los hombres de falsa honradez, que se bañan cada día en su acogedora casa, con la sangre, el sudor y el barro rojizo, de los que murieron por ellos. Debemos elegir, es hora de decidir, si luchar por lo que se suponía que era un acto de valor y valentía, o dejar nuestras vidas en las manos de un dios, que se avergüenza de su creación, al darse cuenta, que más de la mitad, no merece el regalo de vivir. Es hora de luchar, y vivir con cientos de muertes a nuestras espaldas, o rendirse, con miles de vidas sobre nuestros hombros.
Estamos solos, nadie volverá, ni nadie vendrá a rescatarnos. Nos vamos a quedar en esta maldita isla, para siempre, a merced de animales deseosos de roer nuestros huesos. Pero lo peor no se encuentra escondido en la selva, sino que se encuentra en casa, en donde deberíamos estar a salvo. Personas malvadas y destrozadas por el miedo que provoca la incertidumbre, que son obligadas, a matar a su propia especie. Bestias, sangre y deshonor, es lo que viene acompañado de una nube negra de verdades, que nos cuentan que estamos librando una batalla, por gente que nos ha dado por muertos hace mucho.

Una película española, siempre viene acompañada, con los típicos cometarios y estereotipos, que la critican por ser “mala”, “extraña” y “que no la entiende ni el tato”. Una de esas cosas es cierta. Casi todas las pelis españolas, son extrañas, son películas “abstractas”, que dejan indiferente al público más corto de miras. ¿Por qué algo no nos sea familiar, ya debe calificarse como malo? Por favor, que no somos una panda de neandertales, que viven en cuevas y hablan en un lenguaje primitivo, o al menos la mayoría (eso creo). Lo que el público español pide, es una puñetera película de acción y heroísmo, donde Brad Pitt se desnude y muestre su esculpido torso, mientras se morrea con una apetecible hembra como Scarlett Johansson. El público español pide películas que no le hagan pensar. Tenemos cine muy bueno dentro de nuestras fronteras, no tenemos que pedir una “americanada” para ver una buena película, y este film, es una demostración física y emocionante, que demuestra que tengo razón.
Salvador Calvo, nos cuenta una historia que se aleja mucho de las películas bélicas estadounidenses, donde podemos encontrar héroes y villanos, y podemos sentirnos cómodos al elegir un bando, que merece la pena luchar por él. Nos encontramos descolocados y hundidos en la miseria de la decadencia humana, que se desprende por todas las piedras y gritos de terror y dolor, al sentir el crujir de los huesos quebrarse, para salvar la vida de alguien. No hay, ni nunca ha habido héroes en la guerra, solo gente a la que le gusta morir por su país, matar por su país, y ser enterrado con honor, mientras sus viudas y sus hijos, hubieran preferido un padre desertor, pero vivo.
Una película con un guion de diez, que te dejara con los papados bien abiertos, al ver el atroz sufrimiento de las vidas que se van perdiendo, en una guerra que cada día que pasa, está más lejos de acabar. Tendrás que quitarte las piedras que se te clavan en la piel, tendrás que sacudirte el polvo de un estallido, que deja sordos tus oídos, y tendrás que secarte la sangre de tus compañeros caídos, en una trama que te enseñara la cara más atroz y desesperada, de la raza humana.
Dentro de este fantástico y emotivo film, podemos estar bien seguros, que la interpretación de los personajes, vendrá acompañada por una más que excelente y realista actuación, por parte de por ejemplo el inamovible Luis tosar, el patriota ignorante Javier Gutiérrez, el esperanzador Karra Elejalde, el atemorizado e indeciso Eduard Fernández y el descolocado y honrado Álvaro Cervantes. ¿Podemos pedir algo mejor? “Nanai de la china”.
Intocable, destructiva y humana.
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