Jhon Q
- alexzv955
- 26 jul 2016
- 3 Min. de lectura
¿Hasta donde llegaría un padre, para salvar la vida de su hijo? ¿Arriesgaría su vida y la de los demás, para que su hijo puede ser el que lo entierre a él y no al revés? El poder y la fuerza entre un padre y un hijo no tiene descripción alguna, es un sentimiento tan fuerte de amor mutuo, que ni el tiempo ni la muerte puede hacerlo desaparecer. Cuando la vida de un ser querido está en juego, y lo único que tienes para luchar contra el tiempo, es tu voluntad y no rendirte ante las adversidades, el final puede acabar de muchas maneras, pera el empeño y la aptitud poderosa, que desprendes por los poros de tu piel, nadie te la quitara, ya que la esquela aún no está tallada, ni la tumba cavada, hasta que tu corazón se rinda bajo el manto negro de la defunción.

Cuando el mundo te da la espalda, cuando el mundo ha decidido no ayudarte, cuando el mundo ha dejado de creer en ti y lo único que te queda es quedarte arrodillado en la cama, rezando a un dios que nos dejó hace mucho tiempo y que solo oye lo que a él le interesa, cuando esto sucede, es la hora de girarle la cara al mundo, cogerle del pelo y gritarle en el oído bien claro, para que jamás se le olvide: ¡Yo nunca me rendirte, y cuando lo haga, será el día en el que decida abandonar mi vida! Arriesgarse por algo en lo que tienes más posibilidades de fallar, que de hacerlo bien, es un acto humano, y consigo lleva consecuencias desgraciadas o agradecidas, pero puedes intentarlo y decir que por lo menos le has hecho frente al problema, o puedes quedarte en el suelo de tu habitación, llorando y suplicando que alguien te ayude, cuando ni tus lagrimas ni tus llantos van a hacer, lo que tu corazón y tu valentía pueden lograr.
La sociedad está repartida así de simple: Pobres y ricos. Los ricos puedes que se hayan ganado cada moneda y cada billete que tienen en la cartera, o tengan las manos libres de cayos, por no haber movido ni un dedo en su puñetera vida, y ser herederos de una inmensa fortuna. Los pobres o de clase media, son los que trabajan día y noche por traer el pan a la mesa, y que nadie les eche en cara que no pueden mantener una familia a flote, o pueden ser las sanguijuelas que padecen la enfermedad más despreciable y deshonrosa que ninguna persona tiene entre sus carnes: La vagancia. Millonario o desamparado, lo importante no es que tengas una mente positiva y la suerte te toque en un boleto de lotería, que el viento ha traído hacia ti, lo más importante y lo único que debes recordar es que jamás puedes dejar de luchar por lo que verdaderamente amas.
Tan real y amena, que solo una persona sin corazón podría decir que no ha recibido un chispazo de tristeza y empatía, de esta espectacular y ejemplar obra de arte cinematográfica, que gracias al director Nick Cassavetes –que ya nos había tocado la fibra sensible en otras ocasiones- y un gran equipo fundamental, por el cual no podríamos haber podido visualizar, esta estelar y emocionante película, que es imposible que desagrade o desentone con cualquier estilo de género que tengan los espectadores, ya que es perfecta, cercana, realista y profunda como el agujero negro y hermoso, que yace envuelto por una tela violeta, en los ojos de una bella doncella.
¿Que tiene este hombre, que nos encanta tanto? Dios mío, que alguien me diga, como Denzel Washington, logra maravillarnos y asombrarnos, extrayendo un trocito de el corazón de todos nosotros, para que vivamos sus experiencias, para hacernos formar parte de la película, para que de un forma magia e indescriptible, te quedes mirando su rostro decidido y ameno, y digas susurrando al vacío: “¿Cómo demonios lo hace, para hacerme sentir tantos sentimientos a la vez?”.
Admirable, espectacular e inolvidable.
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