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Frecuency

  • alexzv955
  • 24 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Alguna vez has deseado volver atrás en el tiempo, y cambiar algo? ¿Pero alguna vez has pensado que si volvieras al pasado y lo cambiaras a tu placer, no repercutiría en el presente? Si algo en el pasado, deja de ser como estaba ya escrito, es como una ficha de domino, que cae sobre una tras otra tras otra, hasta llegar a la última, y lo que fue, ahora es otra cosa muy distinta.


La guija se utilizaba en teoría para comunicarse con el mas allá, con los que ya no están entre nosotros, pero a lo largo de los años, personas ignorantes sobre el tema, han querido jugar con ella y se han quemado las manos. Pues ahora fuerza tu imaginación un pelín más y piensa en una radio, que por algo que jamás podrás comprender, se puede comunicar con el pasado, y el pasado, comunicarse con el futuro. ¿Qué fin tendría darle el don a un humano, de poder cambiar su presente, el futuro y el pasado? ¿Lo utilizaría con fines lucrativos? ¿O se usaría para ayudar a que las personas que no deberían haber muerto, pueden seguir viviendo? ¿Pero quién te dice a ti que lo que ha ocurrido, aunque pueda parecer lo más horripilante y espantoso que la humanidad ha podido presenciar, no ha ocurrido porque tenía que ocurrir? Abecés –aunque cueste- es mejor mirar el retrato de lo que fue, que intentar pintar otro cuadro, que no sea igual que el que era.


Ya hemos podido ver en otras películas –como Efecto mariposa o Deja Vú- que la humanidad está desesperado por encontrar un agujero de gusano, o un Delorean, para poder viajar a través del tiempo y decir o hacer lo que no se atrevieron a decir, o no pidieron hacer, por errores que no volverán a cometer. Pero como siempre, jugar con la historia y el tiempo, es un juego que siempre terminas malherido y arrepentido de haber tocado lo que no debías. En esta ocasión, no tenemos viajeros en el tiempo, sino que a través de una radio y con la ayuda de la aurora boreal, un padre y un hijo se pueden volver hablar, después de tantos años sin verse, desde que la muerte los separo.


Son inteligentes y a mi me encantan estas propuestas que mezclan la ciencia-ficción, con la acción o el drama, ya que antes era inaudito ver como dos géneros distintos se mezclaban en unas sola película. Siempre, al ver estos tipos de filmes me revolotea por la cabeza la misma pregunta: ¿Quién será el hombre, mujer o cosa, que nos da la oportunidad de doblar nuestro plano y visitar otras épocas, y con qué fin lo hace?


Me estremece y me asombra la forma en la que el director Gregory Hoblit, nos maravilla y sorprende con voluntad y empatía, por poder recuperar a un ser querido, de las garras de la muerte, y tener la oportunidad de poder despedirte, como hubieras querido hacerlo.


Jim Caviezel es un actor que en mi humilde opinión le falta carácter sobre el personaje. Cada vez que lo veo actuar, me da la sensación de que un “Dementor” le haya absorbido toda la felicidad que su corazón podía retener y que lo único que le queda es saborear su amargo e irreal papel.


Dennis Quaid es un yakee de los de antes, de los que montan a caballo con su melena al viento, sus gafas de sol y alzando una bandera estadounidense, que –aparte de su agradable y fructífera interpretación- cae muy bien sobre la pantalla, cuando le pides que haga de héroe, villano o de telón de fondo.


Delicada, impregnada y bella.



 
 
 

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