Infierno azul
- alexzv955
- 17 jul 2016
- 3 Min. de lectura
Estas sola ante una bestia marina, que tantas viudas ha dejado en este mundo y tantos mares a teñido de rojo, con su poderosa y gigantesca estampa de hierro, que no dejara que nadie vuelva a nadar, sin pensar en ese escalofriante triangulo, que se acerca hacia a ti, con intenciones atroces.

¡Nada! ¡Nada! ¡Nada con todas tus fuerzas! ¡Es que no lo ves! ¡Es que no lo ves! ¿¡No ves que estas intentado huir de algo que para el nadar a tu velocidad, es un paseo por los arrecifes!? ¿No entiendes que cuando el fija un objetivo, no se rinde ni se aparte de él, porque espera muy paciente a que bajes la guardia, y de un bocado, te arranque medio cuerpo de cuajo y te deje flotando en el mar, para que las gaviotas se coman las sobras y sorban tus ojos? ¿Es que acaso te cuesta mucho entender que si quisiera podría abollar el frontal de un avión? Tú para el solo eres el almuerzo, un aperitivo, un bastoncillo de dientes, con el que quitarse la carne de entre sus colmillos y forjar aún más su leyenda.
Lo notas en el aire, que susurra tu perdición. Los sientes en el agua, que refleja tu angustiosa muerte. Lo sabes desde el primer pie que metiste en el agua y desde la última bocanada de oxígeno, que tomaste antes de ser arrastrado hacia las profundidades del recóndito mar, por un monstruo de la naturaleza, que lo único que hace es comer, desmembrar y causar pánico, si un estúpido e inconsciente humano, se atreve a zambullirse en su territorio.
Su sola aparición provoca gritos de terror y llantos de pavor, que formaran una ola de sangre y muerte, que se llevara por delante cualquier ingenuo que quiera enfrentarse a él. Sus dientes son como rocas afiladas, que se clavan en la carne como puñales en el cartón y la desgarran como tijeras en el papel. Sus ojos carniceros, ciegos por el hambre y la voluntad de matar, serán los asesinos del mar y con ellos ahuyentara a cualquier ser vivo que nade o vuele por sus aguas. Su gigantesco y mortal aspecto, te hará confundirlo con una ballena, pero cuando veas su boca, sus dientes, sus ojos y su aleta, se te formara un nudo en el estómago, se te cerraran todas las vías de respiración y tu cuerpo entrara en shock, al no saber si escapar sin piernas, o dejarse comer, mientras esas mil zarpas que tiene clavadas en la encía, te atraviesan y desmenuzan sin piedad, sin compasión y sin remordimiento alguno.
Vuelve a la gran pantalla el terror de los mares. Vuelve ese sentimiento de miedo y vulnerabilidad al bañarte en el mar, sintiendo como un escalofrió recorre tu pierna hasta llegar a tu espalda y te paraliza en la orilla, sin saber si será la última vez que podrás sentir la húmeda arena entre los dedos de tus pies.
Volverás a ver cientos de aletas que recorren y las profundas aguas y te rodean formando un coto de caza a tu alrededor, que profetiza tu inminente muerte. Vuelve a sentir como las mandíbulas te salpican agua salda mezclada con hierro sangriento y te hacen darte cuenta de que eres una insignificante hormiga, comparado con tal espécimen que la naturaleza ha creado, para sentirnos inferiores y que no se nos suba a la cabeza el estar en el escalafón más alto de la pirámide alimenticia. Y todo esto vuelve de la mano del cineasta español Jaume Collet Serra, que nos demuestra una vez más, que conoce perfectamente nuestros miedos y que los puede utilizar en contra nuestra, haciéndonos llorar como bebes, que se encuentran solos ante el peligro.
Tensión, angustia y sufrimiento son la mezcla perfecta para formar una película que te congelara la sangre y te arrancara el corazón del pecho, para que veas con tus propios ojos y sientas con tu propio tacto, los latidos incesantes y desesperados de tu corazón, que intenta encontrar una escapatoria, para tanto calvario y tanta inquietud.
Blake Lively es una actriz que me apena decir que no la había visto nunca, y que si la he visto la he pasado completamente por alto por no llamar mucho mi atención. Esta vez llama mi atención y bastante, al interpretar con pesar y ansiedad, un papel que de primera dirías que no se necesita mucha experiencia sobre el escenario, pero cuando te das cuenta de que tus palabras caen en saco vacío y te avergüenzas por haber pensado tal estupidez, rezas para que la tierra te trague a ti y a tus palabras.
Incesante, temerosa y angustiosa.
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