Alien: El octavo pasajero
- alexzv955
- 9 jul 2016
- 3 Min. de lectura
Un escape de una tubería, un crujido de unos pasos moviéndose rápidamente por los conductos de ventilación, un chasqueo acompañado de una quejido espeluznante, o un cadáver desfigurado por el ácido, harán que te replantees que en serio, que este no es un lugar seguro para seguir estando.
Una nave espacial, a millones de kilómetros de la tierra, es el lugar idóneo para ponerse hacer una matanza en masa, o por ejemplo en este caso, el habitad natural, para un ser extraterrestre, que cazara uno a uno, a los pasajeros de este infernal lugar. Grita todo lo que quieras, porque tus gritos solo sonaran durante unos segundo, y la respuesta que oirás, serán tus propios gritos, devueltos por el eco silencioso. No hay manera de escapar. No hay manera de acabar con este monstruo. No hay manera alguna de salir de una pieza, después de encontrártelo cara a cara, y rezar para que tu muerte sea rápida e indolora.

Señoras y señoras, abran bien sus aplatanados ojos, suban el volumen de sus inaudibles oídos, y presten toda la atención que su cabeza está capacitada para prestar, porque están a punto de ver uno de los filmes más aterradores y escalofriantes que el cine ha tenido la delicadeza y esfuerzo de crear, solo para nuestro disfrute y agonía. Nunca antes se había respirado tanta tensión insistente en tantos minutos seguidos. No sabes cuándo es el momento para respirar, o pestañear, porque temes que con este infortunio, te pierdas alguna escena importante. Es realmente asombroso lo bien que se lo montan estos directores de cine, para experimentar con las fobias de una persona, y jugar con ellas en un experimento morboso de terror y pavor, para que a la vez que lo pasamos horriblemente mal, viendo como uno a uno estos ignorantes pasajeros, caen bajo el manto de la muerte, también nos encanta y fascina, la genialidad que Ridley Scott nos aporta con movimientos de cámara persecutorios, escenas torturadoras que petrifican tu cuerpo, y ambientes claustrofóbicos, que no te dejan respirar ni una sola picaza de aire puro, para que no te des cuenta de que tienes alguna posibilidad de morir en paz.
Hay miles de filmes de culto, que se centran solo en aprisionar al espectador en secuencias intragables, que a fin de cuentas, si, nos agradan y satisfacen, pero que no nos llenan los pulmones de gas enloquecedor, ni nos hacen saltar del asiento con una susto vago e insignificante. Por eso hay que respetar, y darle la mayor aclamación, a estos tipos de filmes, que se han creado con un objetivo simple e inigualable: Torturar, enloquecer y estremecer al espectador, hasta que sus pesadillas más irreales se conviertan en realidad, y que salga pitando de la sala, para llamar a su psicólogo y hablar de lo que le ha hecho sospechar de que a perdido la cabeza.
Los aliens siempre han sido una jugada de escalera de color, para satisfacer a los fans de la ciencia ficción, pero cuando un día, un iluminado pensó en juntar extraterrestres más terror. Ese día, fue el día que se creó un nuevo tipo de terror, que ha llenado salas enteras de gente, deseosa de venir a ver algo estremecedor y extraordinario, que por fin pueda decir al salir del cine: “Dios existe, y ha venido a este mundo en forma de cine, para maravillar nuestros ojos, y enloquecer nuestros sentidos.
Sigourney Weaver se convirtió con esta película, en una de las heroínas del cine, haciendo un papel estelar e impactante, que chorea adrenalina y pánico por los bordes de la pantalla. Una actuación sublime, que muy pocas actrices pueden decir que han hecho, ya que con esta aclamada interpretación , puso en auge su carrera, y ahora podemos ver que le va mejor que bien; la teniente Ripley no se anda con rodeos, si algo le toca las narices, que se prepare, porque será lo último que hará.
Impresionante, estremecedora y claustrofobica.
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