Hard Candy
- alexzv955
- 29 jun 2016
- 3 Min. de lectura
La venganza es un plasto que antes se servía frio como un tempano, y aunque su lógica no tenía sentido, lograbas entender el porqué de la propia venganza, y empatizabas –aunque solo fuera un poco- con el vengativo luchador, que intenta hacer justicia, en un mundo en el que ya no hay cabida para las almas horrorizadas por el miedo.

E visto a muchos asesinos con planes diabólicos. He vistos muchas escenas de sangre, tripas, y gritos, y ni una sola nausea, y ni un solo sentimiento de angustia, ha rozado mi insensible corazón. He visto muchas maneras de morir, que harían que al propio Jigsaw le entrar arcadas tan solo ver una secuencia. Pero he de admitir, que en mi vida lo he pasado tan mal –y eso es decir mucho- viendo una película, como lo he pasado, sintiendo pena de un pedófilo, que se merece todo el mal que ha provocado. Pero las impactantes imágenes que han congelado mi retina, haciendo que quisiera apartar la mirada de la pantalla, cerrar los ojos, y pensar en cosas bonitas, han sido brutales y sádicas, en el peor de los sentidos, de la palabra “torturar”.
Horrenda, sería muy pero que muy simple para describir a este escalofriante filme, que al principio no logra encajar en ningún lado de mi cabeza, buscando algo de intriga, acción, o drama, pero que al poco de decidir que se acabó el jugar a detectives, algo estalla, y al igual que tu aburrimiento, que se aproximaba con bostezos insalubres, la onda expansiva del estallido te clava en el asiento con una barra de metal atravesándote el torso, sin poder dejar de mirar hacia delante, mientras contemplas la venganza en estado puro.
Como ya he dicho, el principio predicaba una película de las que te arrepientes haber ido a ver, y que al salir del cine jamás hablaras de ella, y quemaras tu entrada y a todos los testigos que te han visto entrar a verla, para que nadie sepa lo que acabas de presenciar. Pero que equivocado estaba, al encontrarme de frente con una película extraña, pero cautivadora, que al igual que la protagonista secuestra en su propia casa a al hombre que supuestamente a matado y violado y docenas de menores, te atrapa a ti también, en una trama seguida y constante, que, en los momentos en los que crees que puedes darte cuenta de lo que estás viendo, e irte del cine, un “¡Paff!” en toda tu cara, te hace volverte a sumergir en las aguas turbias y sangrientas, que te ahogan con dulzura y sadismo, esperando su oportunidad, para darte caza a ti también.
No es una película de terror, pero sí que se ha convertido en una película de culto, para cualquier cinéfilo adicto al cine de terror psicológico, que busca desesperadamente, un verdadero filme, que haga congelar su estampa, como un carámbano de hielo, y derrita al unísono, sus ideas principales, de que hasta donde llegarías para tomar tu anhelada venganza.
David Slade hará que te plantes que es de verdad la locura humana, y hara que no entiendas nada al principio, pero que de sopetón, las respuestas aparezcan solas ante ti, explicándote de forma extrovertida y brutal, que lo que estás viendo no es la típica película de terror, sino una película que jamás olvidaras.
Ellen Page es una cara juvenil y alegre, que no desentona en su papel de psicópata vengativa, con el objetivo de vengara todas esas niñas que han sido violadas y torturas por la inmundicia humana. Hace su papel con un toque lunático, que incluso llega a darte “rabia” su estampa, porque se ve que de verdad quiere hacer daño a alguien, y disfrutar con su sufrimiento, mientras suplica clemencia.
Patrick Wilson cae bien a lo largo de toda la película, aunque sepas su terrible secreto, te sigue cayendo bien, y eso es un don para sociabilizarse, y un don bastante terrible para los policías e investigadores que intentan descubrir quién es el asesino. Te da mucha pena, sientes empatía –y mucho más lo hombres- al ver como es torturado, física y mentalmente, por una juguetona adolescente, que invade su casa en busca de la verdad.
Torturadora, radical y sobrecogedora.
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