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Expediente Warren 2: Caso Enfield

  • alexzv955
  • 21 jun 2016
  • 4 Min. de lectura

Duermes y ni un alma viva deambula ya por casa. Un crujido en la escalera te despierta de repente, pero no mueves ni un musculo, solo abres los ojos como platos, y te quedas inmóvil, petrificado en una posición fetal, mientras escuchas a alguien subiendo las escaleras. ¿Quién será a estas horas de la noche? ¿Estamos todos durmiendo no? Te maldices por no haber cerrado la puerta cuando te fuiste a dormir, pero las noches de verano cada día son peor, y el ventilador de tu cuarto solo produce más calor. Una sombra se acerca a tu puerta. Te has incorporado para quedarte mirando fijamente esa silueta, que poco a poco, va penetrando en el haz de luz que provoca la luna llena, que se cuela por tu ventana. Una mano asoma por el marco de la puerta, y la sangre se te hiela, convirtiéndose en cuajos rojos, que no te dejan pensar ni actuar de ningún modo, detenido cualquier movimiento y pensamiento que el miedo quiera proponerte para salir corriendo de tu habitación. Ya no reina el temor en ti. En su lugar, hay un sentimiento más poderoso e incontrolable, que te provoca náuseas y ojos cristalinos: La muerte.


El mal está en la tierra para propagar y reinar entre el caos y la inmundicia. Cuando lloras, cuando estas deprimido, cuando sientes ira, cuando la furia inunda tus ojos, convirtiéndolos en esferas rojas, que nublan tu consciencia y tu vista, ese es el momento adecuado, que el mal está esperando, para aprovecharse de tu bajo estado de ánimo, y convencerte de que no hay nada más placentero que arrebatar una vida, de la forma más macabra y espeluznante, que su diabólica imaginación, pueda recrear.


Cuando cae la noche, cuando los pájaros dejan de cantar alegres melodías, y dan paso a sus hermanos noctámbulos, que con figura tétrica y oscura, predican la muerte allá donde posen sus hambrientas y afiladas garras, y cuando las casas quedan en silencio, dejando que la falta de sonido, se propague por las paredes, y que el único atisbo sonoro que se escuche, sea el crujir de los tablones, de una casa ya cansada y corroída por el tiempo: Ahí es cuando las bestias se despiertan.


Todo filme de terror que se precie, debe de tener un bando bueno y un bando malo, un bando de luz, y un bando de oscuridad, Cristo contra Lucifer, el demonio contra los súbditos de dios. Si no fuera así, ni te presentarías a la sala del cine, a haber una película, donde nadie lucha contra el mal, donde no hay escapatoria para las pobres gentes torturadas, que sin ningún motivo son maldecidas y aterrorizadas, ya que tampoco existe la luz, que ciega y convierte en polvo, todo atisbo de maldad y repugnancia, que habita en ese lugar.


Una de mis partes preferidas de un filme de terror, es cuando los incrédulos se dan cuenta de cuanto equivocados estaban. Por eso me ha agradado muchísimo, que no hayan dejado que los escépticos, precipiten la historia hacia le vacío de la locura, enseñándoles de primeras, sin torturar la cabeza de la persona que ha presenciado tal ataque paranormal, el pavor y los golpes en la pared sin explicación, que hace unos segundo, creían que eran ratas, royendo en pladur, y que ahora se están dando cuenta, que es todo, menos inofensivas ratas.


Los gritos en forma de violines envuelven la sala en un conjuro demoniaco, que te tiene atrapado y congelado en el asiento, mientras disfrutas y lo pasas verdaderamente mal, con las espeluznantes y electrizantes escenas, que junto a la penetrante música, una actuación sublime, y una trama digna del rey del terror, te hacen pasar dos horas, tremendamente perturbadoras. Terror, terror y más tensión en un insoportable y temible lugar, donde pase lo que pase no puedes estar más lejos de la seguridad.


Del magnífico director James Wan, te esperas cualquier cosa menos el fracaso, cualquier cosa menos que tus expectativas no se vena superadas de una forma escandalosa, y cualquier cosa, menos que no consiga despertar en tu corazón, un terror por quedarte solo en casa, y encender las luces, para saber de verdad, que eres tu quien respira de esa forma. Estaba claro que una segunda entrega no iba a superar a su antecesora: eso lo teníamos claro todos desde el momento que vivos el primer tráiler. Pero muy pocas veces podemos ver una segunda parte –y más de terror- que logre cautivarte el alma, y manipular tus emociones, de una forma tan estremecedora.


Patrick Wilson es un actor que logra transmitir confianza y seguridad. Cuando lo ves entrar en una casa poseída, ves una luz al final del túnel, un salvavidas que es lanzado por dios todo poderoso, que ha mandado a uno de sus soldados más intrépidos, para sacarte las castañas del fuego, y enviar al demonio, a donde debería estar.


Vera Farmiga es una mujer que interpreta con potencia, con cariño, con serenidad, con pasión, y con convicción, para que te creas con suma confianza, que lo que está haciendo es más que una excelente actuación, es algo que logra mantenerte atento, y sin distracción externas.


Estremecedora, cautivadora, y escalofriante.



 
 
 

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