La vida de Pi
- alexzv955
- 9 jun 2016
- 4 Min. de lectura
La verdad es que jamás me había encontrado tan vacío de inspiración ante una crítica de una película, y eso me provoca desconcierto y emociones inesperadas. La mayoría de las veces la inspiración aparece por arte de magia al finalizar una película: me siento en mi escritorio, abro el Word, y empiezo a escribir sin pausa pero sin prisa una sintonía de emociones evacuadas por los poros de mi piel, que se mezclan a la perfección con lo que siento en ese instante. Pero en este ocasión no. Llevo varias horas sentado, agazapado en un cubil pequeño de mi habitación, intentado que las ideas broten como flores en un campo estéril, y que el sol les de salida y vida gracias a su brillantez y poderío. E aprendido por experiencia que nunca jamás, puedes forzarte a escribir algo que no sientes las palabras, que notas que son un vacío hueco y sin sentimientos. Tienes que dejar que la imaginación y la inspiración se junten en un baile armonioso y sensual, siendo ellas las creadoras y las comandantes de la historia que estas a punto de relatar; si no lo haces, la chapuza que te saldrá será más efímera que unas cenizas a contra viento.

El vínculo que se crea entre animal y hombre es eterno y consolidado por la confianza de un ser con inteligencia superior, y un ser con bondad y supervivencia salvaje en la venas; ¿Quién es quién? Cuando crías desde cachorro a un lobo, este te ve como un amigo, ¿o como un beneficiario, que le da comida, protección y compañía? Es difícil decir con exactitud que los animales pueden sentir empatía, remordimientos y amor, porque esos son rasgos –q aunque parezca mentira- pertenecen al ser humano. Yo tengo un perro, tiene su carácter, pero cuando llego cada día a casa me saluda como si me hubiera ido hace meses, me da “besos” con la lengua y yo le devuelvo lo mismo. Si me siento al llegar de la calle después de trabajar me ladra y me pide salir a la calle, sino lo hago me sigue ladrando hasta que consigue lo que quiere. Al llegar de la calle y de hacer su necesidades, yo me siento en el sofá y el al lado mío, poniéndome mi mano en su morro, en signo de agradecimiento, o eso creo. Yo creo que los animales –no todos, solo algunos que llamamos “domesticables”- pueden sentir cariño y una especie de “amor” hacia su amigo humano, que le da caricias, juega con él, le da comida, le da un sitio donde vivir, y nos lo devuelve con la mera sensación, de tener compañía; si tuviera que elegir entre vivir con personas y vivir con animales, no dudéis que elegiría vivir entre animales, porque en ocasiones piensan de forma más coherente, que nosotros mismos.
Es una película tan preciosa y tan real, que participas 100% en la historia, como si fueras tú el pobre naufrago, que convive con un feroz tigre, esperando ambos, la placentera muerte. Es tan conmovedora que solo las almas sin corazón se resistirían a llorar y aplaudir esta obra maestra del cine. Doy gracias a Ang Lee, por plasmar en la pantalla, con tanta admiración y perfección, un libro tan bonito y brillante que el escritor Yann Martel, nos trajo con entusiasmo, decidido a que sea tu libro favorito, y un libro que cuando terminas, volverás a la página uno, para volver a empezar, borrando toda experiencia y sentimiento que hayas experimentado en el transcurso de tu lectura. Con la película te pasara lo mismo: aunque la hayas visto cientos de veces, volverás a ese pequeño bote, a experimentar las trágicas aventuras de este inesperado marinero, con nombre de piscina matemática.
Es imposible que te aburras viéndola, y mucho menos probable que nazca una pizca de sueño durante su proyección, ya que incluso en los momentos menos dramáticos, nace algo en tu interior, que desprende pequeñas cargas eléctricas, que hacen bombear tu corazón más de prisa, acelerando tus pulsaciones, y conectando cada neurona con cada neurona, y cada interés y sorpresa, con cada asombro y fascinación. Tus ojos serán como dos ventanas abiertas de par en par, enganchadas con arpones a tus cejas, cuando dejes volar tú mete, a un lugar donde no te queda nada por hacer, porque aún no has hecho nada que merezca correr el riesgo de hacer algo por lo que vivir. Es tan inspiradora pero tan “tan”, que me faltan sinónimos para conmemorar en palabras –y no en sentimientos- lo que te hará sentir en cada escena que harán volar y pasar el tiempo como el día más feliz de tu vida.
Suraj Sharma es una estrella emergente del fondo del mar, que se ha ganado a pecho un reconocimiento importantísimo entre los actores más grandes que el cine ha tenido el placer de acunar, con una más que grata y gran interpretación, sobre un papel nada fácil de interpretar; mi más enhorabuena, y le deseo lo mejor de lo mejor.
Irrfan Khan no destaca mucho en la película, pero he querido nombrarlo, por su magnífica y atrayente forma de relatar sus extraordinarias experiencias, y hacer de túnel, hacia un lugar mágico e inolvidable.
Una de las mejores películas de este siglo, que recordaras hasta el día de tu muerte.
Maravillosa, magnifica e inmortal.
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