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Las estaciones

  • alexzv955
  • 2 jun 2016
  • 3 Min. de lectura

Llenáis mi mundo con vuestra preciada basura, sin importaros en lo que ocurre, cuando en realidad, lo que de verdad os debería importar, es cuidar del paisaje que menospreciáis, ya que algún día, si no cedéis en vuestro empeño autodestructivo, no tendréis nada que conquistar, nada de lo que apoderaros, y nada a lo aferrarse. Me contamináis y me asesináis, con vuestra cólera y grandilocuencia, destruyendo mi hogar, y el de millones de seres vivos, que coexistían en perfecta armonía, hasta que vuestra poderosa y aterradora garra, lo corrompió todo, con el único fin, de apoderaros de las tierras que un día os regale amablemente, y que para que vuestra existencia fuera más llevadera, moldeasteis el lienzo, que yo pinte hace años. Como naturaleza me siento ahogada y traicionada, por unas bestias que caminan a dos patas, y llevan como bandera, un pico y una pala, reivindicando la grandeza y autoridad, que infligen en el bondadoso terreno, que creé, para poder seguir disfrutando, de estas maravillosas y esplendidas llanuras, con las que una sola exhalación de aire fresco y descontaminado, pudiera limpiar los pulmones, de todo ser, que esté dispuesto a dar un pequeño e insignificante sacrificio, por un regalo tan grande y altruista, por simple caridad, que yo ofrezco al planeta azul.

Miles de vidas destruidas cada día, por la mano de hierro que jamás se detiene ante un ser inerte y plantado, que el único mal que hace, es estar donde el próximo hotel de cinco estrellas, complacerá a todos los hambrientos magnates, que ansían gastarse en algo el dinero, para parar de desperdiciarlo, sonándose con él. Nuestra codicia y egocentrismo es nuestra arma más cruel y despiadada, ante unos seres majestuosos, que cohabitan en libertad y serenidad, hasta que el diablo metió la mano, y todo lo maravilloso y florecido, se convirtió en polvo, y recuerdos de lo que un día fue, el lugar más hermoso y bello, que el hombre nunca volverá a contemplar.

La huella humana, es la más grande de todas las catástrofes que este esplendido paraje ha sufrido durante años. Veremos como el ser humano participa poco a poco, en la destrucción del ecosistema, y en uno de los cambios más radicales y salvajes, que ni un millón de lágrimas de perdón, de los que causaron esta desazón, podrán volver a rehacer, lo que ya no puede nacer. También podemos contemplar el origen inmortal de la unión entre canido y humano, que aún hoy en día, es uno de los vínculos más fuertes y eternos, que jamás el hombre podrá sustituir; hasta la llegada del internet, claro.

Este tipo de documentales, son los que dan vida, a un día gris y desanimado, que necesita desesperadamente una bocanada de aire fresco, para poder apreciar de nuevo el mundo que le rodea, y poder verlo con los mismo ojos claros y verdaderos, con los que la naturaleza nos ve a nosotros. Que bello era el mundo hasta nuestra desafortunada aparición en escena. Es un film tan real, que cada hoja muerta, que desciende plácidamente desde su nido, para dar paso a otra compañera con el mismo destino, notas como la brisa invernal, y los aullidos nocturnos, te mecen en una agradable e inolvidable canción de cuna, con la que no volverás a ser la misma persona, de la que se sentó en la butaca al comienzo. La furia y la belleza del entorno, recrean como es de justa y necesaria la naturaleza, para que otros puedan seguir avanzando con lealtad y normas, que las personas hemos olvidado, masticado, y escupido al suelo, para crear las nuestras propias.

La naturaleza resiste a la garra humana, con fuerza e inmortalidad, haciendo que bestias y animales, un día forjen de nuevo una alianza de amor y compasión, para hacer posible la convivencia, y que nunca jamás, vuelva a reinar la avaricia, la desesperación, y ni un solo ser vivo de este gran mundo, tenga que esconderse en su madriguera, rezando por no ser cazado, con violencia y desprecio.

Jacques Perrin y Jacques Cluzaud nos sorprenden –como era de esperar- con un film inolvidable y encantador, que lograra que en absoluto vuelvas a menospreciar cada átomo, cada célula, cada pequeña hormiga que recolecta pan de un antiguo picnic, porque todos somos parte de este gran mundo, que cada día que pasa se va haciendo más pequeño en belleza, y más grande en depresión.

Elena Anaya es la dulce y serena voz de la naturaleza, que nos embarca en una aventura por las estaciones del año, donde con placidas palabras, nos enseña el bello entorno que antes era el más bonito y envidiable de la galaxia.

Esplendida, magistral, e inmejorable.


 
 
 

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