Tusk
- alexzv955
- 28 may 2016
- 2 Min. de lectura
Que atroz es la mente humana, que si no consigue satisfacer sus más impuros y sádicos deseos, mediante proyecciones mentales, y utilizando su imaginación, desparrama esa cólera sangrienta y oscura, hacia el exterior, plasmando su bello arte, convirtiéndolo en un monstruo para unos, y una obra maestra para otros.

“Tusk”, es una película que tiene más posibilidades de desagradar, que de agradar. Es una de las películas más raras y sádicas que mis insensibles ojos han podido ver en pantalla. Había escenas en las que tenía que apartar la vista de la secuencia, para que mis pesadillas no tuvieran una nueva forma de torturarme en las largas noches. Para que una película me escandalice y me haga sentir empatía por las pobres víctimas, tiene que ser muy muy macabra, hasta límites insospechables, pero es que están cruel y estremecedora, que a su lado “Saw”, es la fiesta de cumpleaños del hada madrina.
Voy a estar una larga temporada, en la que cuando cierre los ojos, y me encuentre solo con mis pensamientos, estos se verán atacados y mutilados, por los gritos deseperantes de las pobres almas torturadas, a jugar a un juego atroz y demente, que la única salida es acabar con tu miserable y pobre vida, es la muerte.
Las escenas de tortura y paranoia, son dignas de exponer en un museo de sadismo, ya que la empatía que sientes por el angustioso y torturado personaje, llega a limites demenciales, que te hacen apagar la televisión, y ponerte a ver “Noche en el museo”, mientras te acurrucas en el sofá, abrazando a una mullida almohada, que te sirve como escudo, de los psicópatas que quieren hacerte también a ti barbaridades.
El humor negro, se junta con intriga violeta, misterio grisáceo y terror rojizo, creando una mezcla de colores y emociones, divididas en escenas, que te hacen dudar de como debes reacciona: riendo, llorando, aplaudiendo o no pronunciar palabra alguna.
Kevin Smith ha logrado definir una delgada y larga línea roja, entre la sobriedad mental y la descomposición emocional, creando un nuevo tipo de subgénero, dentro del de terror, intriga, misterio y sangriento; que mente más perturbada y esplendida hay que tener para conseguir crear algo así.
No querría ponerme en la piel de esta pobre victima secuestrada por un maniaco obseso por las morsas, y aguantar torturas tan demenciales, que quiebran tu cordura y serenidad, convirtiéndote a ti, en una bestia más temible que tu creador. Justin Long, te mereces un aplauso tan grande, que la onda expansiva mueva del sitio los continentes, ya que hay que tener mucho estómago, para aguantar tal personaje.
Michael Parks, un adorable e inocente anciano en silla de ruedas, que lo único que quiere es que alguien le escucha, mientras relata historias de su pasado en la alta mar: pero también quiere convertir a sus víctimas en una morsa, y así revivir a su viejo amigo. Este actor desprende locura y excelencia en cada palabra que sale de su boca, hasta llegar al límite de quererle sacar los ojos, y hacérselos comer antes de sacarlos del todo de sus cuencas.
Me ha encantado la aparición del espléndido Johnny Depp, que da vida a un “rarito” policía francés de homicidios, que busca desesperadamente, al temible asesino y demonio con piel humana.
Escalofriante, estremecedora y muy sádica
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