Las colinas tienen ojos

Te diriges hacia el trabajo, te paras en el semáforo, está en rojo, un chico en monopatín lo cruza y casi le atropella un coche, sigues caminando y escuchas desde la calle una pelea matrimonial, esperas en la parada del autobús, hay una anciana cargado con bolsas de la compra se le cae una y desparraman las frutas por el suelo, le ayudas a recogerlas, te subes al autobús, y el autobús explota. Te diriges hacia el trabajo, te paras en el semáforo, está en rojo, un chico…Siempre la misma historia una y otra vez. ¿Que

querrá decir? ¿Por qué yo he de vivir este bucle de torturas continuas y repetidas? ¿Por qué he de presenciar mi muerte de nuevo? Puede que el objetivo sea simple y claro: Reparar el pasado, para que haya un futuro.

Mueres, mueres y vuelves a morir una y otra vez. Que desgracia la de ser este intrépido soldado, que está metido en un cubo de metal, reviviendo un trágico acontecimiento terrorista, intentando descubrir, cuál de los presentes es el culpable de la muerte de cientos de personas.

Los que menos esperas que sean los asesinos, terminan siendo los asesinos, ¿o no es así? ¿Y si el asesino sea exactamente el que parece tener más puntos de culpabilidad? Esta pregunta es lo que hace emocionante y misterioso el asunto: Que cualquiera puede ser cualquiera.

La humanidad siempre ha querido volver a atrás, para solucionar el pasado y así arreglar su presente y futuro, pero si en esta ocasión, solo pudieras retroceder, para vivir simulaciones de lo que fue el presente y que ahora solo son pequeños fragmentos de lo que fue, que emiten su última luz, para avisarte de algo peligroso, que se acerca: ¿Qué harías?

Es un film que tiene mucho de “Al filo del mañana” y de “Dejavu”, –dos films igual de impresionantes y excelentes- pero que crea su propia y única trama, que te hace cogerle apego a los personajes –que ya no existen- y a su protagonista, de esta inteligente e ingeniosa historia sobre los límites de los yakees, para proteger su patria y su país, ante todo despreciable terrorista, que se atreva a irrumpir en las idílicas y maravillosas vida imperfectas de sus ciudadanos.

Jake Gyllenhaal sobresale de la pantalla sin gafas de “3D”, por su entusiasta y fuerte convicción sobre el papel, que es imposible que te desagrade, ya que no cabe ninguna duda, que disfruta interpretando, llorando y amando ser actor.

Es una película que te hará apreciar cada minuto de tu vida, como si fuera toda ella un tesoro incalculable. Te hará llorar, te hará estremecerte, te hará sufrir, y sobretodo y los más importante, te hará disfrutar.

Impactante, intrigante y humana