Sleepy Hollow

Ese claqueteo de las herraduras de un caballo que te persigue a toda velocidad, por un sombrío camino, en un bosque desolado por el frío, donde la muerte va venir a visitarlo durante unos días, a pasar sus “agradables” vacaciones, llevándose almas al infierno, gracias a su jinete, que cabalga sin frenos, arrancándole la vida a sus víctimas, de un corte limpio y cauterizado en la garganta; todos perdemos alguna vez “la cabeza”.

Una atmósfera sin vida te convierte en un asustado pueblerino más, de este “supuesto” encantador lugar invernal, que esconde secretos tan profundos, como el hueco del vacío que deja un desamor. Una tela grisácea y mortuoria te adentra en los sin fines de las misteriosas muertes que lleva sobre su espalda este intrigante pueblo londinense, que se esconde en medio de ninguna parte, esperando que alguien los dibuje en un cuadro, y que cada vez que los miren, les recuerden como un pueblo hermano, donde ahorcaban, ahogaban y quemaban a supuestas brujas, con el fin de alejar a los demonios externos de sus demonios internos: Es el pueblo de Salem.

Tim Burton sabe cómo reflejar la belleza que vive dentro de la muerte. Sabe cómo ponerte los pelos de punta y sacarte una sonrisa agradable, con sus films muertos, pero con vida. Me recuerda mucho a mi poeta preferido y escritor de cuentos mortales, Edgar Allan Poe; este hombre sí que sabía cómo ver que en una gota de sangre, en una muerte de una bella dama, y en el suicidio de las hojas, que se precipitan de sus nidos de madera, en señal de la llegada del inerte frío, podría contener albo de belleza.

Johnny Depp es un actor minimalista y eterno, que encaja en sublime coalición con la funeraria estampa que Burton destaca en armonía en sus films. Le tiene mucho cariño a este actor este grandioso director, y es de esperar que se lo tenga, ya que su rostro estéril y moldeable, se fusiona con todas las interpretaciones que le piden.

El terrorífico e inmortal jinete sin cabeza, es espléndido y aterrador, y hace renacer una leyenda oscura y antigua, con una interpretación maníaca y diabólica del actor Christopher Walken, que su cara obsesiva y malevolente te hace trizas la carne; una leyenda nunca había estado tan viva.

Atroz, oscura y muerta