Kill Bill

Sangrienta sería una palabra que se quedaría muy corta, para describir la masacre de fuentes rojas y telas de carmín húmedo, que empapan la pantalla y sus escenas, ahogándote en un lago de plasma rojo, que cada vez que respiras, tus pulmones se encharcan de adrenalina y miembros que flotan dentro de ti, como bollas en el mar. ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Todo es sangre! Mi cara es sangre, mi cuerpo es sangre, mi boca es sangre, mis ojos son sangre. Tengo los pies humedecidos por los charcos de sangre fresca. Noto lo a gusto y frívolo que estoy, al bañarme en esta sangre recién ordeñada, que calienta mi frio corazón, haciéndolo latir con fuerza, hasta que se cruza con un Stop y se da de morros contra el suelo, haciendo burbujas huecas y negras, de la ya coagulada sangre.

Qué manera más atroz y macabra de contar una historia tan brillante como esta. Las casi dos horas de film no son nada, pasan como si de un segundo se tratase, ahogándote una y otra vez, zambullendo tu cabeza en un mundo tétrico y desolado, donde la esperanza y el amor, murieron apuñalados y destripados por unos seres vengativos, que dentro de su cabeza, existe un lugar peor que el que tus pies descalzos están pisando.

La sangre, como no, no podía faltar a la cita, y ha sido invitada –como otras muchas veces- como co-protagonista, para amargar y endulzar con su sabor a hierro sus impactantes y brillantes intervenciones en escena.

Este film tiene una fama única y especial, de convertir al mundo del cine, en un festival caníbal de seres con el pecho acorazado. Ni el mejor mago escoces, Merlín, podría haber creado esta atrocidad cinematográfica, que hace que quieras sacarte los ojos, para participar en la película, como sus pobres y culpables víctimas.

A Tarantino le da igual todo lo que le digan y digan de sus películas, y eso hace que sea un grandísimo director, que hace lo que le da la gana en cada uno de sus films, triunfando con su pasotismo hacia todo derecho humano, y hacia toda persona escrupulosa, que le dan ya “repelús”, las gotitas de sangre que salen en una pelea de héroe contra villano. Sus toques cómicos negruzcos, son grandiosos y admirables, ya que él, y solo el, tiene una peculiar gracia por el sadismo, que el admite tener, y que otras muchas personas no; eso es lo que lo diferencia de los meros mortales.

Uma Thurman es una actriz con mucho potencial y emoción, y eso hace que se merezca aprecio y admiración infinita. Desprende un sentimiento de fuego interno feroz, que con solo mirarte a los ojos, te hace sangrar por todos los orificios de tu cuerpo. Muchos actores y actrices de hoy en día solo se han hecho famosos, por el simple y despreciable hecho de tener una cara bonita, tener feling con la cámara, o tener un carisma de Don Juan o princesita de cuento de hadas. Al menos unos cuantos que sabemos apreciar y diferenciar el buen cine y una buena actuación, sabemos también descartar la manzana podrida del cesto; el lobo vestido de oveja.

Los saltos cronológicos, son a veces entendibles y otras incoherentes, pero son necesarios para entender y hacer más apetecible la historia que nos quiere contar. Algunos piensan que una película debe de seguir unas normas, un protocolo a seguir, y que si se sale de dicho protocolo, será un desastre y un “cacao” mental, que hará que la gente pierda interés por la trama, y se centre más por batir su record de más mocos sacados en dos horas; un fallo de novato gravísimo el que se atreva a decir tal cosa.

Un director se hace grande porque hace cosas más grandes que su persona. Tarantino es grande, porque es uno de los pocos directores que decide cuándo, porque, donde y el que sucederá a continuación, atropellando y cortando en pedacitos los reglamentos que están impuestos en el cine.

Lo vas a pasar mal, de eso puedes estar seguro. Puede que este mensaje te haga retroceder y no visualizar este film, o puede que hago todo lo contrario: avivar las ganas que tienes en verlo.

Única, sangrienta e impactante