Interestellar

Preciosa, bella y emotiva. Lo dejaría aquí, y no diría ni una palabra más, por temor a manchar la imagen de esta espectacular película, que hace que la gente que la esté viendo, se quede petrificada en el asiento, hasta el final del film, e incluso cuando ya están apareciendo los créditos finales, aun te replantees cual es el siguiente paso que debes dar; ¿Aplaudir? ¿Salir de la sala sin pronunciar palabra? O quedarte inmóvil, pensado que lo que tus ojos acaban de presenciar, es lo más hermoso, lo más espectacular y lo más emocionante que volverás a ver.

Dudaba, lo admito, dudaba de que me fuera a gustar tanto, de que superase tanto mis expectativas, y estoy enfadado con migo mismo por no haberla visto muchísimo antes. Mis dudas se produjeron porque no soy muy aficionado a los pastelazos espaciales, pero esta estupenda obra de arte, no tiene nada de pastelazo. Agrada tanto a la vista ver tal belleza a tu alrededor, pensar que no eres ni el grano más pequeño del maizal más pequeño de la granja más pequeña; te hace sentir minúsculo y a la vez único en tu especie. La grandiosa lindeza que envuelve una trama que jamás te deja pensar que pasara al siguiente minuto, se junta con una banda sonora elegante y majestuosa, que se cuela por tus oídos y te hace sentirte un dios en el Olimpo. E decir, y he de hincar ambas rodillas al suelo, al ver la magistral interpretación de este grandioso Matthew McConaughey, que ha logrado captar escena a escena la esencia de la vida claustrofóbica y esperanzada, que sientes al estar a millones y millones y millones de kilómetros de tu cansado y destruido hogar, que te pide agonizante, que le abandones o mueras con él. Mientras el cine dé a luz a estas maravillosas creaciones, que te hacen sentir humano y estar orgulloso de serlo, jamás, y repito, jamás, dejare de ir a verlas, suban o tripliquen el precio de la entrada, llueva o ventisque, diluvie o un armazón de nieve cierre las entradas del cine; jamás, dejare de ir. Infinita, melodiosa y sublime