Hostel part 3

Entras en una sala oscurecida por lámparas amarillas que decoran más que iluminar. Te sientas en tu butaca reservada. La camarera sensual contonea su trasero hasta tu lado, trayendo consigo tu bebida favorita: Ron hasta medio baso, con tan solo dos cubitos de hielo. El telón se abre. Hay un hombre amarrado a una silla, mediante anclajes de hierro. Su mirad está perdida; tan perdida como su vida. La pantalla que tengo a la izquierda se enciende y me da a elegir entre 5 posibles armas que utilizar

contra este desvalido muchacho, que grita hasta quedarse afónico, mientras que se da cuenta que aquí termina todo, nadie le va a quitar el bozal de la boca que hace que las babas de terror se le desparramen por el suelo, nadie va a aparecer milagrosamente, matando a todo el mundo de la sala, y desencadenándolo; aquí termina todo. Decido elegir el cúter eléctrico. Siempre me ha gustado el olor a carne quemada.

Una película que de verdad pensaba que iba a ser de serie C, pero no, se encuentra a un paso por delante de la mediocridad, y un paso por detrás de la brillantez. Está muy bien planteada, utilizando un mecanismo reciclado, pero que si se engrasa bien puede seguir funcionando a la perfección; como una puerta que chirria, pidiendo un poco de aceite entre sus bisagras.

No aburre en absoluto, aunque el reparto sea un 90% desconocido, si descartamos la actuación del actor alemán Thomas Kretschmann, que en esta ocasión hace de jefazo de la empresa codiciada, que se encarga de dar a los ricachones asesinos, otro nivel más alto, para desahogar sus deseos psicópatas.

El nuevo planteamiento estilo ruleta de apuestas, que puedes elegir que dirá la víctima para convencer al desfalcado doctor torturador, para salvar su vida o también puedes seleccionar que tipo de arma utilizara contra la pobre victima que llora de dolor, mientras le extraen los dedos con unos alicates oxidados, y puede seguir viendo, como la gente aclama más, mas y ¡más!

Entretenida, sangrienta y buen final