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Immortals

  • LexLecter
  • 31 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

El afilado filo de tu espada envainada te roza al correr desesperado, con el muslo de la pierna, incluso a veces provocando pequeños cortes sucesivos por la velocidad de tu correr, aunque incluso esté metida dentro de su funda. El mango está duro y helado, y tú lo sostienes con fuerza, para que cuándo apuñalas el torso de alguien, no te se quede incrustado en sus costillas. La sangre cae por tu brazo haciendo diferentes caminos, que se secan en él, provocando una especie de tatuajes mortuorios, que reflejan a cuentas almas te has llevado durante el fragor de la batalla, y a cuántas más vas a llevarte, en una batalla, que cuando termine, no habrá ganador, solo cadáveres desfigurados y deshonrados, estirados en los suelos de arena roja, que con sangre coagulada, se ha convertido en un barrizal sangriento y espeluznante.



Se nota mucho, se nota muchísimo que aquí alguien de 300 ha metido la mano, y es de agradecer. No es como 300, eso en absoluto, 300 tiene algo, tiene una luz guerrera y realista, que este film también tiene, pero no de igual manera que su inspiradora. Me encantan las películas bélicas, y más cuando no escatiman en sangre, vísceras, y escenas de baja velocidad que te hacen apreciar mejor, como la carne se separa del hueso, y se impregnan trocitos de vísceras en los trajes de los guerreros.


No entiendo cómo no se ha dado más coba a este film. Es espectacular, y a los amantes de la guerras bélicas, que encima, como ya he dicho, no tiene reparos en que la censura sea un detalle que brille durante la película. Las auras quemadas y sanguinarias que desprenden los guerreros son esclavistas y desprenden un deseo de reventarles la cabeza como si de una vendetta se tratase. Los dioses son, con diferencia, el vestuario que más me ha gustado, porque se ha podido diferenciar qué dios representaba cada actor, y eso es importante para que, sin tu saber mucho de mitología griega, sepas que el que lleva el tridente, es Poseidón. Los resplandecientes trajes de oro, que sobresalen de la pantalla, con un matiz grisáceo bien elaborado para que el contraste del brillo y los oscuros, meticulosamente bien diseñados, escenarios, se puedan ver con todo poderío y esplendor.


Ningún actor me ha decepcionado en su dramática interpretación sobre la pantalla, y como ninguno lo a hecho mejor que nadie, me es imposible dirigirme a alguien y colgarle la medalla de "Chato lo has bordado que te cagas", porque seria menospreciar la actuación de los compañeros que conviven en el film con el protagonista.

Virtuosa, reluciente y gladiadora.


 
 
 

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